MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

We're here. We're queer. Get used to it.

viernes, 29 de mayo de 2009

1989


¿De cuántas maneras se es un mismo? ¿Es posible serlo sin dejar de ser? ¿Existe una esencia que se mantiene constante durante esos procesos de transformación? ¿Esa es la identidad o la identificación con algo?
Tales son las preguntas que la modorra ha traído a mi mente esta mañana. Es 2009. Hace 20 años estaba próximo a terminar la educación secundaria; ahora estoy por culminar el primer semestre de una maestría. En 1989 vivía en Coatzacoalcos; en este momento escribo desde mi guarida en el Distrito Federal. Una era mi realidad adolescente, primero plena de culpas y miedos, luego empoderada (quién iba a pensar que mi guerra iniciada años atrás tenía nombre); la de ahora es mi batalla más consciente. Sí, refiero lo anterior con térmicos bélicos porque de eso se trata, de querellar contra aquello que intentó exterminarme y no lo logró, de dar nombre a la injusticia y exigir su restitución de la dignidad de mi cuerpo.
Mi proceso de empoderamiento tiene como fin descolonizarme de muchas de las imposiciones que me forzaban a actuar de un modo, a pensar de cierta manera, a callar. Cuando fui colonizado lo único mío eran el cuerpo represaliado y mi silencio. El dolor de esta confrontación tampoco me pertenecía porque en ese tiempo, no era consciente de la intensidad del mismo; lo que había, decía, era sacrificio. Cuando el subalterno no puedo hablar, tampoco importa lo que dice.
¿Qué quería decir? Simple: gritar que estaba herido y que me dolía la injusticia a la que era sometido: la exclusión por ser raro, la imposibilidad de hablar y de ser escuchado, la argamasa del género que me retenía y forzaba a actuar como no quería, esto es, negándome la posibilidad de ser reconocido como lastimado, el derecho de eso que llaman, ser uno mismo. Necesitaba que se pusiera nombre a mi condición para en consecuencia, exigir justicia. Si no tiene nombre el cuerpo sojuzgado, violado, excluido, no existe, ergo, nadie lo escucha ni lo ve ni lo intuye.
Era 1989 y luchaba en solitario ignorando que en el mundo había nombre para lo que, como muchos otros cuerpos, el mío padecía cotidianamente. Porque tengo claro que a mí no me dolía mi naciente preferencia homosexual sino la imposibilidad de manifestarme a mi gusto. Lo que a mí me emparedaba era el sistema de género. El no poder actuar en consecuencia a mis deseos para no acusar más una rareza que ya era incuestionable ¿Qué van a decir los demás? Me preguntaban, como si lo yo que yo quisiera expresar no importara, y no importaba. Compórtate como hombre, exigían, ¿cómo actúan los hombres? me preguntaba y no me satisfacía la respuesta.
Lloraba a la par de las lluvias, siempre en silencio, siempre en soledad, sin que nadie se diera cuenta. Odiaba el futbol y andar sucio y sudado. Expresarme con groserías, a gritos, con violencia. Detestaba ser un barbaján sólo para alcanzar el estatus del así debe ser. Me asqueaba esa forma de ser hombre que miraba a mi alrededor y que para colmo, cuestionaba como una conducta bárbara en tanto que negaba la imposibilidad de negociar.
Las cosas son así y tú no vas a venir a cambiarlas. En mitad del dolor que la frustración me causaba me consolaba pensando, eso creen, yo haré que sean de otra de manera. En ese tiempo no sabía lo que significaba la palabra iluso pero yo lo era y con orgullo, con esa arrogancia que decían, no me iba a lleva a ningún lado.
Y esto aquí 20 años después formado en la fila de quienes dan batalla para que las cosas sean de otra manera. Es difícil pero es posible. Lo grato es comprobar que la intuición me ha traído hasta otros escenarios donde puedo prepararme para seguir peleando.
2009. Veinte años después me he desclavado del madero del género y he actuado como he querido sin importarme las voces que me anatemizan y demandan cordura. ¿Volver al clóset de la hegemonía sexo-género? Never more. Liberarme ha supuesto un gasto considerable de energía (me he dejado pedazos de piel y alma en la operación libertaria) que la mera posibilidad de plantearme el retorno me causa risa. Never more.
He llegado hasta aquí e ignoro hasta dónde más pueda avanzar. Camino. No haré que sea en vano el sufrimiento del niño y el adolescente aquél que fui, cuya fuerza empujó de tal modo que me ha conducido a este punto de la existencia donde puedo clamar soy libre. ¿Quién me escucha? Eso no importa mucho si puedo hablar... después de todo, ahora soy un hombre y no un fantasma que clama en los intersticios de la noche. Ahora me parezco más a lo que siempre quise ser y hacer conmigo. Esta forma de la felicidad no la hipotecaría por un supuesto bienestar institucional que me colonizaría nuevamente, me represaliaría, me quitaría la voz, me emparedaría otra vez hasta anularme. Never more. Yo soy mi propia frontera. Eso me basta.

México, D.F., viernes 29 de mayo de 2009

miércoles, 20 de mayo de 2009

New Mestizo-2

Hay lecturas que nos redireccionan la existencia, Borderlands, por ejemplo, de Gloria Anzaldúa, fallecida el 15 de mayo de 2004, pero viva en el activismo de muchas y muchos, me remite a mi propia condición de sujeto mixterizado, homogéneo. Aleación de genes arábigos y aztecas: mexica.
El odio y la aceptación en un solo punto. Soy el no-soy. El a veces eres. El depende de. Inscrito en los paradigmas institucionales mi acta refiere… mestizo. Mezclado. El no puro. Contaminado. Pero la fusión de dos sustancias puede dar un tercer elemento, reloaded, en tanto que es la suma de las propiedades de los otros. En la aleación no siempre hay pérdida: nací con lo peor de las dos sangres y las superé.

Me hice fuerte en la debilidad e inmune en la contaminación de mis partículas. Otro. Yo mismo. Ajeno a ambos mundos: muy prieto para uno, muy listo para el otro. Me nombraron raro. Y la exclusión fue mi lugar, primero obligatorio, luego voluntario; mi locus amenus. Mi diferencia, mi orgullo. Yo soy mi propia marca. El referente que no establece precedentes. De nadie. El más mío.

El silencio de mi nombre me mantiene presente entre quienes desean borrarme. Ningún artilugio me ha destruido; he sobrevivido a muchas batallas. Resistencia: la peste no puede acabar con la peste.

Tengo vida propia en un universo propio. Mi cosmogonía apestada mantiene a raya toda intrusión. En la cartografía gay uno decide a quién quiere como visitante o familia. Gueto dentro del gueto. Singularidad. Mis colindancias afectivas las trazo o elimino yo, que me he hecho con mi soledad y con ello torpedo a mis posibles agresores.

Llorar a solas enseña a hacerlo con uno mismo. Me hice el amor en el piso tantas veces con furia y con relativa paz. Fui isla de otras geografías. Barco encallado en mares ajenos. Pero siempre mío y mío. Irreversible.

Aprendí otros lenguajes para trepar por la Babel institucional: he sido diplomático, no hipócrita. El new mestizo no tiene una lengua, posee muchas. También silencios. Muchos.

El new mestizo vive tantas vidas puede para mantener a resguardo la propia, la más suya.

Ser mestizo es ser un poco de muchos. Tener en el cuerpo variantes de un mismo genoma. Así se compensa el no ser homogéneo, si se quiere ver así. La otra es creerse hecho de arenas de múltiples orillas mezclado con agua de muchos océanos. No poseer una raíz única posibilita el trasplante, aunque haya que cargar, muchas veces, con más añoranzas.

Pero también uno elige sus tristezas para mercar con ellas; en la transacción diaria de los sentimientos la melancolía cotiza a la alza. A un mestizo le sobra dolor. Heridas. Lágrimas. En la gramática del cuerpo del new mestizo no existe el punto y aparte.

Por eso el new mestizo es un cuerpo errante, un vector que sabe de dónde partió pero que ignora su destino. No puede volver porque se desdibujaría. El new mestizo ejemplifica la fugacidad del sujeto. La imposibilidad del retorno. Uno es su casa, su guarida y el andén.

México, D.F., miércoles 20 de mayo de 2009

miércoles, 13 de mayo de 2009

¿MESTIZO?

En algún lugar de mi acta de nacimiento puede leerse: Mestizo.
¿La marca del Diablo?
El negrito en el arroz.
Sin novedad alguna.
No podía ser de otra manera.
Ah, la sangre maldita.
El fruto del pecado.
El raro.
La profecía cumplida.
El regreso del mal.
Azteca.
Ése sí es de tu raza.
¿New Mestizo?

martes, 5 de mayo de 2009

MANIFIESTO-ME 2

Nosotros los apestados, los de acá, los que quedamos fuera de toda posibilidad de ser curados.
Los que no podemos hablar o no somos escuchados o no somos entendidos.
Los de la lengua insidiosa que es cortada o desviada. Los ruidosos que nadie oye.
Nosotros por quien nadie intercede: ni cura ni alcalde ni deidad. Nadie. Nosotros los de este lado, los de la mala suerte, los del mal, los culpables, los que tenemos que pagar los platos rotos por otros. Los jodidos de siempre, los mismos, los cansados de exigir justicia que aún reclamamos sin descanso.
Nosotros los indeseables, la estadística negra, los sitiados, estamos aquí y hablamos, óiganos y se darán cuenta de que sí entienden lo que decimos.