MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

We're here. We're queer. Get used to it.

jueves, 26 de noviembre de 2009

YO SOY OTROS



Cuando el sujeto se declara raro es porque ha cobrado conciencia de que múltiples planos lo atraviezan, y ha descubierto un algo que lo hace diferente a los otros.

Al enunciarse de este modo, declara su guerra de independencia contra la norma colonizadora que lo ha reducido a un cuerpo supliciado.

En un grito, en un silencio, en cualquier gesto crítico que consigue llevar a cabo, emprende la lucha por su resignificación: nace de nuevo.
viernes 23 de octubre de 2009

ENCUENTRO

Soy por dentro
una princesa encantada
por fuera
un furioso guerrero que la guarda
(fragmento)
Arturo Ramírez Juárez
*a quienes han caído peleando...

miércoles, 25 de noviembre de 2009

PERIMETRANDO LO QUEER: UN INTENTO (VANO)

O EL MUNDO QUEER Y OTRAS POSIBILIDADES

a M.

A finales de los sesenta las feministas luchaban (preferentemente) por la apropiación de su cuerpo: el derecho al aborto y el libro ejercicio de su sexualidad separado de la reproducción. Parecía un reclamo femenino unificado pero no era (ni es) así. Las mujeres negras reprochaban a las blancas no incluir en sus peticiones las exigencias de las primeras. A esto se sumaron las demandas de las mujeres chicanas, las lesbianas y toda suerte de mujeres que no se sentía representada en lo que se dio por llamar feminismo blanco (mujeres blancas, de clase media, heterosexuales).
El asunto no terminó ahí. En las década de los setenta, con la insurgencia de los movimientos que reivindicaban a las minorías sexuales (gays y lesbianas), la lucha de los colectivos en Estados Unidos sobre todo, evidenció una fragmentación de las voces disidentes, ya que las peticiones de unos no coincidían con las demandas de otras, pues las personas no están formadas en una única fila: los cuerpos de todos se revelan atravesados por múltiples fronteras que posibilitan o reprimen estar en una orilla u otra: ser negro o lesbiana, chicana o blanco, homosexual o heterosexual y las diferentes combinaciones que resultan de estas y otras marcas.
Lo conseguido en este tiempo se vino abajo con la aparición (a principios de los ochenta) del virus del VIH en cuerpos de homosexuales, negros, prostitutas y demás colectivos ya ‘apestados’. Los reclamos que demandaban la participación del Estado en lo que ya no era una solamente una enfermedad de parias sino una epidemia que estaba tocando a representantes de sectores considerados bien pensantes, exigió que esos colectivos que luchaban por separado o que se habían instalado en una cuestionable comodidad de las pocas concesiones logradas una década atrás, se reorganizaran y sumaran sus fuerzas.
Así nace, entre otros grupos, Queer Nation ("We´re here. We're queer. Get used to it"). Un grupo surgido en Nueva York (marzo, 1990) cuyo fin -entre algunos otros- fue atraer la atención de las autoridades y del Gobierno sobre un problema que ya era de carácter público y no obstante, se seguía invisibilizando. Se puede decir que acá arranca el camino de la palabra Queer, que lentamente se iría situando entre los colectivos más diversos.
Todo lo anterior sirve para intentar contextualizar el uso de un término que significa ‘raro’ y que no tiene traducción más clara en español; aunque se le suelen atribuir significados como ‘extraño’, ‘excéntrico’, ‘de dudosa reputación’, ‘desviado’ y otros más disparatados considero. Y si ya existían los conceptos gay y lesbiana ¿por qué o para qué otra palabrita y encima rara?
Sencillo (aunque no lo sea en realidad), así como cuando las feministas planteaban sus demandas lo hacían sin considerar la clase, la raza o la diferencia sexual, el colectivo lésbico gay siempre habló desde la hegemonía de una orilla: la disidencia sexual. Y dejó fuera la consideración de que dentro del colectivo hay hombres (aunque también mujeres) heterosexuales que no obstante se travisten y no se asumen como gays, que algunas lesbianas sí quieren casarse y tener hijos, que existen varones que viven su sexualidad más allá de lo que ‘limita’ el término homosexual. En general, no se consideraba que los cuerpos aspiran a la realización de deseos no perimetrados y por lo tanto, sus demandas frente a una heterosexualidad hegemónica (que pongo bajo sospecha) son múltiples.

El término Queer es una manera de nombrar lo que se percibe cuando se varía el ángulo de visión con que se enfoca una realidad que no es única ni unificada. Decir homosexual remite a enfermedad. A seres desviados que hay que reeducar y devolver al camino ‘correcto’. Denominarse gay conlleva el riesgo de meterse gol si no se considera que el término (para mi gusto bastante excluyente), no repara en la existencia de muchas otras maneras de asumir el (homo) erotismo ni las diversas formas de vivir el cuerpo, el travestismo, el transgénero y la transexualidad, por citar algunos ejemplos.
Por ello, aunque lo Queer pugna por una sociedad sin etiquetas y se contradice al reclamar el derecho a la autodenominación (lo Queer sólo es en primera persona), es un concepto más incluyente que los otros, pues caben dentro de él todas aquellas formas de ser y hacer que reprueban la dominación del colonizador, la hegemonía de un poder predominantemente masculino, blanco y heterosexual, rico, occidentalizado.
Porque existen hombres blancos heterosexuales que son oprimidos tanto como existen mujeres –blancas y negras- lesbianas o no, que son represaliadas en sus derechos elementales. Esto es, la exclusión no únicamente se realiza a partir de la elección del objeto del deseo (que yo considero que son muchos y para nada fijos, deslizables, incluso contradictorios entre sí) sino también por el color de la piel, la clase social, la lengua, la geografía y muchas más que no son visibles.
Queer es o pretende ser, entonces, aquel hombre que se enfrenta a un poder que lo subordina; queer es aquella mujer que aprende la lengua del colonizador y le responde en su idioma, se hace oír y exige una respuesta. El sujeto Queer es un desestabilizador inteligente, alguien que desde la teoría hace activismo y en la lucha formula los postulados que avalarán sus acciones. Una persona que pelea por su inclusión legitimada (no estigmatizada ni condicionada) utilizando su diferencia no como pretexto para mantenerse en la periferia, sino para demandar visibilidad y acercarse al centro con el fin de diluir, hasta donde sea posible, las fronteras. Lo Queer aspira a ser un cuerpo desrepresaliado, libre, feliz. Es posible.

sábado, 7 de noviembre de 2009

HABLEMOS DEL CUERPO


Si me silencian, me dinamito… el lugar del cuerpo es la libertad.
crac




En el principio era el cuerpo, materia sujeta a las leyes de la Naturaleza. Espacio perimetrado por la piel. Templo y cárcel. Ancla o transporte. Zona erogenizada o patologizada. Región de encuentro o de divergencia. Rehén de las pasiones o tablero donde se libran las relaciones de poder. Génesis y apocalipsis del deseo. Hombre o mujer o ambos. Objeto o persona.

El cuerpo es el pretexto para hablar del cuerpo. Del deseo o de la enfermedad, de la virtud o de la carencia. De la gracia o de la mala fortuna. Es en esta materialidad donde cobra un sentido vinculante todas las leyes, tanto las de la naturaleza como las de la sociedad.

Por ello el cuerpo es un territorio tabú o un tesoro codiciado, porque pocas experiencias suscitan tanto placer como el de dominar, poseer, recibir, modelar, sujetar, represaliar, liberar, colonizar un cuerpo. Propio o ajeno. Hay un mercado de los cuerpos en donde éstos son tasados, adquiridos o rechazados.

Sin embargo, Lamas señala que el cuerpo es más que la “envoltura” del sujeto. El cuerpo es mente, carne e inconsciente, y es simbolizado en los dos ámbitos: el psíquico y el social (: 111). Lo primero queda demostrado en la valoración que damos a un cuerpo determinado, según se aproxime o se aleje de una estética o actuación dominantes. Lo segundo cobra validez en la infinidad de leyes que lo sujetan con el fin de ordenarlo, civilizarlo, integrarlo a una estructura. Todo cuerpo es potencialmente desviado, contemplado como un individuo que debe ser corregido, afirma Preciado.

Entonces, el cuerpo es el lugar donde cobran lugar las restricciones que las sociedades imponen a la materialidad de las mujeres y a la de los varones. Disciplinas y regímenes que obligan a una forma de pensar el cuerpo y actuarlo, maneras de hacer o no ser. Leyes que represalian, algunas veces, el deseo de los cuerpos. Técnicas que lo embellecen o potencializan. Lo degradan o lo anulan. El cuerpo como territorio de guerra y la frontera. Geografía y armisticio. Placer o castigo.

Todo lo anterior nos llevaría a pensar que el cuerpo es presencia a sí, pura, inmediata, es decir cuerpo-ahí; cuerpo sin mediación (Martínez de la Escalera, 2007: 3). Un mero objeto convertido en sujeto de leyes inevitables. Y no es así. El cuerpo se explica, se expresa, se interpreta a través del lenguaje.
El cuerpo es preescogido como médium para expresar y traducir dolores y conflictos insoportables (Buzzatti y Salvo; 2001: 15). También estados de ánimo más positivos como la alegría o el bienestar. El cuerpo es un mapa en el cual interpretamos infinidad de códigos que adquieren distintos significados según el traductor elegido. Pero es también una cartografía que revela zonas de peligro o de muerte.

El caso más generalizado que ejemplifica lo anterior, es el cuerpo de las mujeres sometidas (directa e indirectamente) a las tecnologías de poder, traducidas como cánones de belleza o de glamour, que imponen medidas y pesos, colores y trazos. El cuerpo entonces se convierte en el lugar de una suerte de depredación: domesticado, sometido al dominio propio, al arbitrio propio, obediente, dócil, esclavizado, termina por responder a la única ley de la pretendida perfección de quien lo habita (Buzzatti y Salvo, 2001: 22). Una suerte de muerte por asfixia que adelante una fecha de caducidad al cuerpo colonizado.

Y no es que el cuerpo de los hombres esté libre de caer en trampas parecidas. En el caso de los varones, las tensiones se traducen en formas de actuar, desplazarse por el espacio (físico que es también social), de proyectarse ante sí mismos, primero; y delante de otros hombres, después.
El cuerpo de los hombres debe ser una barrera infranqueable para las emociones y las manifestaciones afectivas, más, si se trata de su interacción con otros hombres. Prohibido sentir o confesar que se siente, parece ser una consigna que veladamente serpentea bajo la piel de los varones. Un hombre no debe(ría) ser penetrado jamás so pena de perder su categoría de hombre. Prieur señala que la penetración implica que la superficie del cuerpo es atravesada (2008: 309) y ello convierte al varón en otra cosa, incluso en una mujer.

Para la masculinidad todo lo que pueda asociarse con lo femenino es una amenaza. Ser hombre, en principio, significa no ser mujer. Por ello el hombre que penetra, no es transformado por el acto; su cuerpo permanece intacto (Prieur, 2008: 311). Se anula el otro, el que ha sido traspasado: libido dominatis (deseo del dominador) que implica la renuncia a ejercer en primera persona la libido dominandi (deseo de dominar) (Bourdieu; 2007; 102).

Hombre-cuerpo-masculinidad constituyen un trinomio cuya resolución no (siempre) es acertada. El cuerpo de las mujeres es para ser dominado; el de los varones debe ser un arma para someter. Invertir los roles es atentar contra esa “naturaleza” de lo masculino. Y no obstante, ¿qué sucede con los cuerpos de los varones que se someten a las demandas de la estética imperante? ¿Deja de ser cuerpo masculino aquél que se somete a la depilación, usa cremas y demás afeites, renuncia los músculos forjados en el gimnasio? ¿Se es más hombre si se renuncia a la pilosidad y se viste al cuerpo con colores primarios?

Foucault asegura, en la “Erótica de los muchachos”, que estos deben asumir su posición de objeto (del deseo) mientras son jóvenes, pero no aceptar jamás ser (para siempre) objeto y renunciar a su condición de sujetos (hombres) en construcción o formación. La masculinidad debe entenderse (vivirse, asumirse) como un estado de contingencia: sí y no. Pero ¿cuándo actuar de un modo y cuándo del otro? Ser hombre es habitar el espacio de la contradicción, y encima, negar que es así.

El cuerpo es el espacio de la negociación de la masculinidad, el tablero sobre el que se trazan su consistencia o su difuminación, asegura Parrini, por ello la masculinidad requiere su demostración permanente (2007: 154). La mayoría de los varones no es consciente de esta irresolución y vive en un estado de competencia permanente frente a sus pares y contra otros hombres, intentando conservar el estatus de hombre masculino u hombre de verdad.
Aunque no se acepte en público, ser un cuerpo perfecto cansa: el cuerpo represaliado siempre es visible. De modo que el cuerpo jamás es presencia sin mediación (Martínez de la Escalera, 2007: 7) porque evidencia las amarras que lo sujetan y las fronteras que lo cruzan, el signo de su colonizador y las heridas forjadas en sus múltiples intentos de fuga. El cuerpo grita, se rebela y aún reducido a silencio continua manifestándose. Porque si existe un único lugar para el cuerpo, éste es el de la libertad.
Bibliografía
Bourdieu, P., (2007) La dominación masculina, 5ª. Edición, Barcelona, Anagrama.
Buzzatti Gabriella y Anna Salvo, El cuerpo-palabra de las mujeres. Los vínculos ocultos entre el cuerpo y los afectos. Ediciones Cátedra- Universitat de Valéncia, col. Feminismos, Madrid, 2001.
Foucault, M., (2009) Historia de la sexualidad. La inquietud de sí. Vol.3, decimocuarta reimpresión, México, Fondo de Cultura Económica.
Lamas, M., (2006) “Género: algunas precisiones conceptuales y teóricas” en M. Lamas, Feminismo. Transmisiones y retransmisiones, México, Taurus, pp. 91-114
Martínez, A. M., (2007) “Contando las maneras para decir cuerpo” en Debate Feminista, año 18, vol. 36, Cuerpo a Cuerpo, Octubre 2007, pp. 3-8.
Preciado, B., (2008) “Cartografías Queer: el flâneur perverso, la lesbiana topofóbica y la puta multicartográfica o cómo hacer una cartografía ‘zorra’ con Annie Sprinkle” en Cartografías Disidentes, Madrid, SEACEX, sin paginación.
Prieur, Annick, La casa de la Mema. Travestis, locas y machos, UNAM-PUEG, México, 2008.
Parrini Rose Rodrigo: Panópticos y laberintos. Subjetivación, deseo y corporalidad en una cárcel de hombres, México, COLMEX, 2007.

martes, 3 de noviembre de 2009