MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

We're here. We're queer. Get used to it.

lunes, 25 de enero de 2010

SESGO DE GÉNERO: MIOPÍA SOCIAL

Quienes apuestan porque las cosas sigan igual en una sociedad donde es evidentísima la diversidad de sujetos que la conforman, no solamente pueden ser acusados de necios o ciegos o de tontos. Muy probablemente su situación de privilegio en la argamasa social, les ha librado de ser excluidos, marginados, ofendidos, rechazados o visto coartado el ejercicio de algún derecho o la incertidumbre de sentirse ‘fuera de lugar’.

Quienes han pasado por esto, posiblemente tiene más claro que la vida social es un mosaico. Alegar que la libertad de expresión no debe permitir la ofensa pública a colectivos y otros grupos minoritarios, es defender que no todo es ni debe ser tolerable. Pensar lo contrario es obstinación, porpia de una visión que no rebasa el estado de confort o de equilibrio precario, que no obstante, se rehúsa a abandonarse.

Mirar con sesgo de género nos lleva a ver la realidad teñida de naturalidad u obviedades donde no la hay. Cito dos ejemplos tomados de una revista de espectáculos electrónica:

"Tal parece que la publicidad que David Beckham hizo el año pasado para la ropa interior de Armani generó fantasías en muchas mujeres, pues queriendo comprobar los atributos del futbolista, una presentadora de televisión italiana le agarró las partes íntimas al jugador frente a las cámaras de televisión y varias personas (subrayado mío)".

La obviedad acá está en afirmar que el cuerpo del futbolista sólo puede generar fantasías en muchas mujeres. ¿No es esto posible en hombres? ¿Ningún hombre que se precie de serlo (visiblemente heterosexual) puede sentir admiración, deseos eróticos, fantasías ante el cuerpo de un varón cuya estética resulta atractiva a la vista de bastantes? ¿Los hombres que sientas fatasías hacia otro hombre no existen y por eso no se nombran?

El asunto es empezar a girar el ángulo de nuestra visión para que también se modifique un poco nuestro pensamiento. Veamos otro ejemplo:

"Tras haber sido captado besándose en la boca con otro hombre, el actor José Luis Reséndez no se esconde y ha decidido aclarar lo publicado esta semana en una revista. 'Fue una broma, un reto, un juego. El de esas fotos por supuesto que soy yo, sería una tontería decir que no, pero no es que sea gay, sino que es un juego que utilizaron para calumniarme', dice el actor. 'No somos gays', concluye (subrayado propio)".

¿Desde cuándo y por qué se debe ir explicando a los demás nuestras conductas que únicamente competen al ámbito de lo privado? Ser figura pública no obliga a justificar lo que hacemos si esta acción no perjudica a terceros. Pero no es la libre expresión o acción lo que critico en esta nota si no el reclamo, la defensa felina de la heterosexualidad del actor: “no es que sea gay”. ¿A quién le importa que lo sea o no?

A él por supuesto (y a muchos y muchas, sin duda), que lanza toda una explicación para que no se le asocie con algo que es abominable ante los ojos de bastantes. ¿Se habría defendido de la misma manera si se le hubiese acusado de borracho, rijoso, golpeador de mujeres y varones, deshonesto político, consumidor de drogas, traficante, mujeriego? La respuesta es innecesaria.

Lo cierto es que una mirada profundamente sesgada hacia el cumplimiento obligado de la lógica de los roles de género nos fuerza a contemplar como anormal lo que escapa de esa ilógica –lo es en realidad, absurdo- que constriñe a los cuerpos y los somete a seguir regímenes que lo represalian, limitan.

Depende de cada quien seguir soportando la tiranía del género como un deber ineludible o empezar a desprendernos de ese hedor que nos ha colocado el paraíso en otro cuerpo (y otra mente) y no en el propio.

domingo, 24 de enero de 2010

ALBUM DE FAMILIAS

¿Lo común hace la normalidad o lo que llamamos normal se debe a su recurrencia en la naturaleza? Me surge la pregunta, porque en la obsesión por satisfacer a la bestia voyeur que me okupa al deambular por las praderas de facebook, es usual encontrar, entre cierto tipo de personas (me refiero a su estatus, por ejemplo), que la imagen de presentación es la de la boda, seguida en frecuencia por la de algún evento social en la que aparecen los hijos. En definitiva, que la fotografía que más luce es la que consagra a la familia (clásica).
Cualquier lector podría decir que esta recurrencia obedece a una lógica, al orden natural en el que se desenvuelven nuestras vidas. Craso error: si uno abre bien los ojos y observa (que no mirar despistado) el paisaje que se contempla es harto heterogéneo. Grupos de mujeres y hombres constituyendo a su vez ‘subgrupos’ que no siguen una orden preestablecido sino una sucesión (aleatoria, me gustaría decir para darle matiz de incertidumbre, pero no ocurre así) de movimientos en las que se elije en función de deseos, necesidades, limitaciones, conveniencias y no solamente de normatividad.
He mencionado otras veces que existen diversas formas de complementación y no únicamente aquella que apunta a la reproducción de la especie, privilegio hasta hace poco, de la unión heterosexual. Con las técnicas de reproducción asistida, cualquiera que tengas deseos y los mecanismos para acceder al servicio puede verse replicado tantas veces sea posible. Sin embargo, la carta de naturalización de la estampa que muestra al papá, la mamá y a los hijos (y algunas veces, a las hijas) invade los espacios públicos con el fin de sostener una hegemonía que ha sido y es cuestionada desde varios frentes.
¿Con qué fin se sigue sufragando este tipo de acciones? ¿Cuál es el oscuro mecanismo que obliga/orilla a muchos a aspirar por alcanzar tal estatus y a mantenerlo después? ¿Qué de normal y natural puede haber en un sistema que requiere de este tipo de propaganda para su sostenimiento? ¿No precisamente su defensa desde ciertas posiciones ideológicas acusa su no naturalidad evidenciando así, su carácter cultural? La mentada normalidad o lógica de las cosas suele perder su estatus quo con sólo variar el ángulo de la mirada que se ejerce sobre la realidad, la virtualidad y las ideologías.
El mundo no solamente es como es sino también como puede serlo, según quien lo contempla; de manera que hay ‘muchos mundos’ dentro de múltiples miradas. Y habría que defender esa diversidad de realidades que la heteronormatividad se empeña en ocultar, invisibilizar, negar para dar lustre a la que ella propone/impone.
Por cada fotografía de ‘familia feliz’ que observo, celebro los cientos de imágenes no vistas que dan cuenta también de una felicidad que se acomoda en algún lugar de esta realidad y virtualidad tan evidente, que ofende saber, que (presuntamente) no es vista.