Un hombre joven huye a ninguna parte porque no encuentra lugar para estar y ser él mismo. Una mujer calla porque su voz se diluye entre el ruido provocado por otras voces. Otros más se confunden con la grisura de las cosas para no ser cuestionados. Otras más, han olvidado que sufren de tanto padecer a diario. ¿Dónde está el límite que separa el espacio propio del jardín público? ¿Es verdad la sentencia que enuncia que para gozar primero es necesario sufrir?. Me resisto a aceptar que no existe lindero. Lo hay y es posible hacerlo visible.

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