MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

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miércoles, 16 de febrero de 2011

TRANSEXUALIDAD, INTERSEXUALIDAD Y HERMAFRODITISMO: ¿LA ÚLTIMA FRONTERA SEXUAL?

La edición semanal del periódico Milenio, publicó en agosto de 2009(1) una nota en la que señala que “el hermafroditismo, o intersexualidad como le dicen ahora, es [un] asunto [que] no se elige: el término engloba a todas las personas con características físicas que difícilmente pueden clasificarse de manera clara como completamente masculinas o femeninas por presentar características sexuales secundarias de ambos sexos, incluyendo los genitales en diferentes grados de desarrollo”.

La afirmación nos acerca puntualmente a la nebulosidad conceptual que giran en torno a ambos términos; hermafroditismo e intersexualidad son utilizados muchas veces como sinónimos, cuando en realidad nombran realidades diferentes, fronteras sexuales que sitúan al sujeto en el margen de la/s vivencia/s sexual/es y afectivo erótica/s, por decir lo menos(2).

Basta abrir los ojos y mirar con detenimiento para encontrarnos con una diversidad de sujetos que a su vez dan cuenta de una multiplicidad de formas de ser hombre y de ser mujer, que escapan del binomio masculino-femenino y de la triada heterosexual-bisexual-homosexual. Los humanos somos seres bio-psico-sociales: somos carne, inconsciente y mente (Lamas, 2009)(3), en realidad, somos muchos sexos.

Pero, ¿qué debemos entender por sexo? Balascha asegura que:

La identificación del sexo se basa en la estructura de los cromosomas (sexo genético), la estructura de las gónadas (sexo gonadal), la morfología de los genitales (sexo genital), el estado hormonal (sexo hormonal), los caracteres sexuales secundarios (sexo somático) y el comportamiento sexual (sexo psicológico o psicosocial). La contradicción de uno o más de los criterios morfológicos que definen el sexo (estructura cromosómica, gónadas o genitales) define los estados intersexuales; la contradicción en el sexo hormonal no siempre produce intersexos.

Por el contrario, la ausencia absoluta de cualquier alteración cromosómica, gonadal, genital u hormonal es precisamente una de las premisas básicas en la definición de la transexualidad. El transexual es plenamente consciente del sexo al que pertenece, pero él/ella se siente como un individuo del sexo opuesto. Este sentimiento, en los casos más típicos, se acompaña de una profunda aversión por los caracteres sexuales primarios y secundarios propios y es absoluto, irrefrenable e inalterable(4).

La esclarecedora definición de Balascha nos permite diferenciar lo que se entiende por intersexualidad y lo que significa transexualidad. Lo primero, nombra una realidad corporal en la que intervienen factores fisiológicos, endócrinos, genéticos pero no el comportamiento sexual, lo que el autor denomina sexo psicológico o psicosocial. El sexo pasaporte con el que nos conducimos y relacionamos en la cotidianeidad.

Mientras que la transexualidad es la sexo valoración que el sujeto hace de sí (y de su cuerpo) a partir de su autopercepción en la que suma genitalidad pero también caracteres sexuales secundarios más psique. El sujeto transexual es aquél que se siente alguien del sexo/género distinto al que evidencia su materialidad corpórea. Ser transexual, señala Lamas, es pasarse al sexo opuesto. Esto explica por qué una mujer biológica (biomujer) puede asegurar que siente deseo sexual por otra biomujer sin que por ello se defina lesbiana. Ya que dicha atracción la experimenta desde su percepción/valoración de hombre (atrapado en un cuerpo de mujer).

Asfixia, repulsa, indeterminación son estadios que viven con cotidianeidad estos sujetos que se describen atrapados en el cuerpo equivocado. No es la mente la que está desbrujulada sino el cuerpo el que ha sido impuesto sobre la psique, tal es la reiteración de las narrativas de muchos y muchas transexuales(5). Las personas transexuales expresan que su condición es un error (de Dios, de la naturaleza o de la genética) que las hizo nacer en un cuerpo equivocado (Lamas, 2009).

Sobre la intersexualidad, se plantea una taxonomía que intenta dar cuenta de manera sencilla sobre la complejidad de este fenómeno:

1. Disgenesia gonadal mixta, Monosomía X o Síndrome de Turner. Enfermedad genética caracterizada por presencia de un solo cromosoma X. Los individuos con disgenesia gonadal mixta se presentan como mujeres con diferentes grados de virilización. Los genitales externos presentan una vagina inmadura e hipertrofia de clítoris, una gónada rudimentaria en un lado y en el otro un testículo que puede ser intraabdominal; suele existir trompa y hemiútero así como un cordón ovárico. Clínicamente presentan amenorrea, retraso, esterilidad y un aspecto infradesarrollado e infantil. En 25 por ciento de los casos se presentan tumores gonadales, lo que hace aconsejable la extirpación tras la pubertad, requiriendo en ocasiones la cirugía plástica del pene si la virilización es notoria o si existe hipertrofia de clítoris manifiesta. Generalmente presentan anomalías asociadas cardiacas, tiroideas, óseas y urológicas, además de otras complicaciones no siempre presentes (hipertensión idiopática, sordera y/o ceguera congénita, estrabismo, etcétera).

2. Hermafroditismo masculino. El sexo cromosómico y gonadal es masculino y los genitales externos son igualmente masculinos (aunque con frecuencia existe criptorquidia) por lo que su sexo asumido suele ser masculino, pero son los genitales internos los discordantes por poseer trompas y útero más o menos desarrollados. Puede presentarse por defecto de la síntesis o absorción de los andróginos u hormonas masculinas, mostrando desde virilización leve hasta una feminización casi total. En la pubertad pueden adoptar un aspecto típicamente masculino, femenino o ambiguo, dependiendo. Otra causa es el Síndrome de feminización testicular completa o de Morris, cuando están alterados los receptores androgénicos y por tanto son individuos con sexo gonadal, cromosómico y genitales internos masculinos pero que presentan genitales externos y caracteres sexuales secundarios (fenotipo) típicamente femeninos, aunque están imposibilitados de reglar o tener hijos. Existe riesgo de desarrollar una neoplasia gonadal por lo que está indicada la extracción de los testículos intraabdominales tras la pubertad, cuando se ha completado el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios femeninos. Una variante de esto es el Síndrome de feminización testicular incompleta por anomalía del receptor de los andrógenos (Síndrome de Reifenstein) o por déficit de 5-alfa reductasa (5-AR). Los afectados pueden presentarse con aspecto masculino, femenino o ambiguo con signos de virilización en la pubertad, aunque generalmente el fenotipo temprano es femenino con maduración puberal en sentido masculino: comienzan niñas y terminan niños. Su cariotipo es XY con gónadas y genitales internos masculinos completos.

3. Hermafroditismo femenino con o sin hiperplasia adrenal. Son individuos con gónadas y sexo genético femenino que muestran un grado más o menos intenso de virilización por trastornos genéticos. Se presentan como mujeres con signos de virilización neonatal y plantean a veces el diagnóstico diferencial con casos de hermafroditismo verdadero. Son siempre XX, con genitales internos y gónada femenina normal, pero con genitales externos con fusión de pliegues labioescrotales e hipertrofia de clítoris variable.

4. Hermafroditismo verdadero. Son individuos que han desarrollado desde la gestación a la vez tejido ovárico y testicular. Dos tercios de ellos tienen sexo cromosómico XX y el tercio restante es XY. La mayoría de los hermafroditas verdaderos tienen genitales externos de aspecto masculino y han sido inscritos y educados como varones; pero también pueden presentarse como mujeres con cuerpo musculado y mamas bien desarrolladas. En cuanto a los genitales internos, pueden coexistir un útero bien desarrollado o rudimentario y una trompa, con próstata, vesícula seminal y epidídimo (Milenio,2009).

De modo, que la intersexualidad y el hermafroditismo, están asociados a aspectos materiales, tangibles, corporales, que son explicados desde el discurso médico como resultado de eventos probabilísticos no esperados. Mientras que la transexualidad, se relaciona más con un asunto de la psique. Lamas señala que aunque la transexualidad ingresa al Diagnostic Statitic Manual (DSM) de la Asociación Psiquiátrica Americana en 1980 como “disforia de género”, paradójicamente las personas transexuales se niegan a considerar que su condición pueda requerir un “ajuste” psíquico en lugar del “ajuste” hormonal y quirúrgico.

A lo largo de las épocas y culturan han existido personas que han vivido con el anhelo o la convicción de vivir al sexo opuesto, sin embargo, la transexualidad como tal es un fenómeno moderno, ligado a las posibilidades de transformación corporal que aparecen con el avance de la endocrinología y la cirugía plástica reconstructiva, señala Lamas (2009). Y apunta, una aproximación antropológica al fenómeno, muestras tanto cuestiones explicativas como reivindicaciones políticas que se ubican en cinco vertientes:

1. La transformación del cuerpo humano por la endocrinología y la tecnología de la cirugía reconstructiva.
2. El pensamiento psicoanalítico sobre la bisexualidad humana y la indiferenciación sexual en el inconsciente.
3. La teoría de género, con su crítica al determinismo biológico y en su énfasis en la dinámica del proceso de simbolización.
4. El post-estructuralismo, que encuentra en la cultura y en la historia los factores determinantes de nuestras formas de ser.
5. La mundialización de un discurso sobre el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, acompañado de una reivindicación política de la diversidad humana.

Estas cinco vertientes permiten abordar el estudio de la condición transexual como un fenómeno cruzado y alentado por avances científicos y transformaciones culturales, concluye la autora.

La transexualidad es pues, un cruce de todas las fronteras de aquello que se ha entendido como hombre/mujer, pero también una permeabilización de los límites que contienen la idea de masculino/femenino, heterosexual/bisexual/homosexual, los tópicos que aseguran que la biología es destino e incluso su existencia, cuestiona a quienes aún creen que Dios los ha formado a imagen y semejanza de la divinidad.

El sujeto transexual no es fenómeno ni una rareza; en todo caso es una más del vasto concierto de rarezas que pueblan el espacio social: Queers, travestis, Drag Queens, por citar algunos representantes de la fauna trasgresora que enfrenta al discurso heternormativo, cuya apuesta es la defensa de la estructura sexo/género masculina, blanca, clase alta, misógina, homófoba y heterosexual. Así, el fenómeno trans cuestiona la clasificación en dos de las variadas combinaciones de la especie humana, concluye Lamas (2009b)(6).

Hoy en día la transexualidad, elegida como una opción de vida (vivir como mujer o como hombre)(7), se apoya en dos cuestiones: el cambio morfológico que los médicos han logrado producir, y la concepción distinta de la condición sexuada que los pensadores críticos han desarrollado, señala Lamas, y agrega, aunque “hombre” y “mujer” no son trascripciones arbitrarias de un dato biológico a una conciencia neutral, sino que su significación depende de un intrincado proceso psíquico que se nutre también del contexto cultural y que está determinado por el momento histórico.

De este modo se confirma lo que en su momento afirmó Foucault: la sexualidad es un fenómeno histórico. Y como tal, nos coloca en unas coordenadas espacio-temporales-sociales y de género muy específicas desde las cuales podemos (¿debemos?) descolonizar nuestro pensamiento y empezar a pensar nuevas maneras de definir, asumir, vivir y entender las sexualidades. Que son muchas. Y todas con el derecho inalienable de ser vividas.
Notas:

1. Milenio semanal, edición de 30 de agosto de 2009. Tomado de http://semanal.milenio.com/node/1092.

2. Por supuesto que la imposibilidad de identificar a un cuerpo con características atribuidas a los sexos tradicionales, hombre o mujer, excluye a los sujetos de una vivencia plena de la ciudadanía, toda vez que la indeterminación es interpretada en la mente cenutria como rareza que deviene exclusión, discriminación, estigma, vulnerabilidad total.

3.Marta Lamas, “Preguntas sobre la transexualidad”, Ciencia, Revista de la Academia Mexicana de Ciencias: Sexualidad, vol. 60, núm. 2, abril-junio, 2009, México, D.F.

4.Cambio de sexo: una decisión con riesgo; Juan Balascha. Tomado de http://www.revespcardiol.org/cardio/ctl_servlet?_f=40&ident=2720 (15.02.11).

5. Al respecto véase la película Ma vie en rose (Mi vida en rosa) dirigida por Alain Berliner, Francia, Bélgica, Reino Unido, 1997.

6.Marta Lamas, Debate Feminista, Cuerpos transexuales y transgéneros, liberalismo y justicia social, año 20, vol. 39, abril 2009.

7.Al respecto véase la página web de Carla Antonelli activista transexual que vive en España: www.carlaantonelli.com.