MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

We're here. We're queer. Get used to it.

lunes, 16 de abril de 2012

ME SOBRA DOLOR... PERO ME FALTAN PALABRAS PARA DESCRIBIRLO

Para ser honesto (o patético) no me encuentro, no me vivo, me agoto. Siento que este cuerpo: material, único, desvencijado, mío, no me queda. Querría rasgarlo por las costuras para ampliarlo, para agregarle tela, piel, cables que me permitan sentir-vivir-gozar-padecer-añorar-imaginar-repetir otras sensaciones. Quiero decir que este cuerpo (ya) no me basta.



Pero no encuentro lugar dónde recauchutarlo para que funcione (otra vez) como nuevo. Las dosis de vitaminas no son suficientes. Las sustancias tóxicas que discurren por mi cuerpo han perdido su poder energizante y me causan más disgustos que satisfacciones. Necesito una extensión de mí mismo: cyborg, electromagnética, somática, dildónica, esterosexual, o en su defecto, el desenchufe (definitivo).



Condenado a ser materia me resisto a ocupar un único lugar en el espacio al mismo (único) tiempo. Creo que lo mío va de desear una corporalidad sin perímetros, o al menos, unos más amplios que los que ahora me limitan. Ansío el cruce de mis fronteras para transvasarme a otros cuerpos y que a la vez, otros cuerpos me rieguen con su materialidad. No quiero ser 3D; no me basta. Quiero ser 4D, 5D o lo que sea posible. Se me oxidan los miembros anclados a unas dimensiones que limitan-asfixian-encadenan. Me pesa, por decir lo menos, hasta la mente.



Mis pensamientos se han tornado más densos a medida que se vuelven, también, menos oscuros. Siento que he abandonado la batalla y me he contentado con este tedio pseudoburgués que me obsequia la ilusión de un equilibrio precario, el arribo a un puerto dibujado en la pared y sin barquito.



Me declaro impotente. No tengo más fuerzas. El algoritmo de ser social que dicta mis acciones ha sido superado por las expectativas que el deseo no ha alcanzado a cubrir. Me desQueerizo y con ello evidencia mi esqueleto maltrecho: no es la mente enloquecida la que me hace raro, sino el cuerpo modelado lo que me torna esquizoide: no es el fragmento sino la pretendida unidad…



He aquí mi Queerpo: aprehendido y des/aprendido de sí mismo. Cuerpo alfabetizado para luego no ser leído; si acaso desdibujado. Cuerpo designificado y sin embargo, todo mío.



Me sobra dolor… pero me faltan palabras para describirlo.

lunes, 9 de abril de 2012

TESTO YONQUI

El amor es siempre una cibernética de la adicción.
B.P.



Mira por dónde, he concluido la lectura de Testo yonqui el día que la liturgia laica ha denominado “viernes santo”. Santísimo. De acuerdo. Porque tratar de estos aspectos del cuerpo y de la carne tiene que ver necesariamente con la idea judeocristiana de santidad. La eterna obsesión de la iglesia impura, bastarda, pederasta, malsana. Por ello celebro que en este día ‘santo’ haya terminado de leer el texto de Beatriz Preciado.


Testo yonqui es una pachequez narrativa, y como tal, encuentro en ese entramado, claroscuros que me acercan o distancian de mis propios viajes narrativos. Pura lógica textual llevada al extremo para provocar reacciones temerarias: estar de acuerdo con sus actuales (tiempo del relato) posturas ideológicas o pasar de ellas como de la mierda. La autoetnometodología planteada por Beatriz Preciado aspira a politizar todas las acciones de los cuerpos; desestabilizar para proponer otro ¿orden?; subvertir como una suerte de declaración de guerra de independencia contra un sistema opresor global: el capitalismo farmacopornográfico.


Acierta tantas veces como parece derrapar otras más, en el intento por empujarnos a salir de una suerte de estado de inercia-sedación-somnolencia y combatir contra el tecnobiopoder armados con dildos y testosterona. Con todo, en muchos momentos, el texto me pareció una oda a la masculinidad como sustancia química a la que se accede (o no) libremente, y a esa lucha/aspiración/obsesión/meta él/ella lo denomina política. Lo cual me lleva a preguntarme si Preciado quiere el pan o la panadería. O ambas. Me explico.



A la larga serie de mártires que este país ha dado, a la par de la guerra civil que nos envuelve [ya sé que no es tal, pero como soy ignorante no sé llamarla de otra manera] y que produce desaparecidos, levantados, cuerpos mutilados y daños colaterales, yo los denomino “reclamadores de pan disimulados en pedidores de la panadería”, son esos "alguien" que (por azar o mala suerte) sufre una pérdida y se torna inmediatamente en un repentino activista de la defensa de los derechos humanos, cuyas demandas se multiplican viralmente por todos los soportes mediáticos posibles y se erige en el mártir del momento; martirio que dura sólo hasta que recupera lo perdido y entonces regresa a la comodidad de su vida mediocre, sin volver a pronunciarse ni entrometerse más en una lucha que decía, era política.



Pienso si a B. P. no le pasa lo mismo en algunos momentos: si cuando pide que la testosterona sea una droga-hormona de libre acceso para las mujeres (bio y tecnos) en realidad no está reclamando solamente su dosis de manera legal, regular, garantizada, casi subvencionada, es decir, pide la panadería cuando sólo quiere el pan. En todo caso, abundan los temas y abordajes polémicos que consiguen sacudir, a ratos, al lector. No deja indiferente a quien lee. Precisamente hacia el final del texto, propone otras maneras de abordar la cuestión del sexo, el género y la sexualidad, cito en extenso:



El género (feminidad/masculinidad) no es ni un concepto, ni una ideología, ni una performance: se trata de una ecología política. La certeza de ser hombre o mujer es una ficción somaticopolítica producida por un conjunto de tecnologías de domesticación del cuerpo, por un conjunto de técnicas farmacológicas y audiovisuales que fijan y delimitan nuestras potencialidades somáticas funcionando como filtros que producen distorsiones permanentes de la realidad que nos rodea. El género funciona como un programa operativo a través del cual se producen percepciones sensoriales que toman la forma de afectos, deseos, acciones, creencias, identidades. Uno de los resultados característicos de esta tecnología de género es la producción de un saber interior sobre sí mismo, de un sentido del yo sexual que aparece como una realidad emocional evidente a la conciencia: “soy hombre”, “soy mujer”, “soy heterosexual”, “soy homosexual” son algunas de las formulaciones que condensan saberes específicos sobre uno mismo, actuando como núcleos biopolíticos y simbólicos duros en torno a los cuales es posible aglutinar todo un conjunto de prácticas y discursos (2008: 89).



Así, al término de la lectura de Testo yonqui, da (dis)gusto ver la pradera llena de machitos y hembritas sociales pavonear su masculinidad y su feminidad ortopédica, asumida de tal modo, que (hasta) parece natural; convencidos y convencidas de que nada ni nadie puede arrebatarles ese estado de gracia y pulcritud (ficcional, of course), que al menos a mí, no me interesa. Qué se lo hace.



Viernes santo 6 de abril de 2012



Preciado, B., (2008), Testo yonqui, Madrid, Espasa-Calpe.