MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

We're here. We're queer. Get used to it.

lunes, 25 de octubre de 2010

SUJETO 'ENMARCADO'

Judith Butler ha sido congruente consigo misma, en lo que a intereses intelectuales concierne, lo refiero desde mi orilla. Comenzó por desestabilizar la categoría género, descorporeizar a los cuerpos, hacerlos efecto de discursos performativos, reivindicó su materialidad y ahora los enmarca en un contexto donde los sujetos (sus cuerpos, sus dolores) son situados para dar cuenta de su ser, hacer, estar, resistir, dolerse: “Nos movemos en unos marcos mentales que determinan nuestra relación con la vida de los demás y que limitan las posibilidades de reconocimiento. Romper estos marcos significa repensar la precariedad, la vulnerabilidad, la dañabilidad, la interdependencia”*, señala la autora. Una suerte de sinpasis social en la que los sujetos son corresponsables de su ser y hacer.

Los cuerpos no solamente poseen una materialidad que los sujeta, sino además, son cuerpos precarios colocados en escenarios igualmente precarios: precariedad pura y dura. La propuesta butleriana atrae al sujeto hacia el epicentro, tira de él desde las márgenes, focaliza al cuerpo tantas veces reducido, otras más expulsado del centro, confinado al extrarradio, a lo abyecto. En su libro Marcos de guerra. Vidas lloradas (Paidós, Buenos Aires, 2010), la filósofa lanza un discurso reivindicativo hacia esos sujetos que pepenan humanidad en un mundo deslocalizado, deshumanizado: El problema no es meramente "cómo incluir más personas dentro de las normas ya existentes, sino considerar cómo las normas ya existentes asignan reconocimiento de modo diferencial".
Diferencia y equidad. Tolerancia no, respeto sí. Una vuelta de tuerca a los discursos descafeinados que apuestas por el ‘somos iguales’ barriendo con ello toda distinguibilidad del sujeto, ergo, la posibilidad de asumir la otredad, al otro en su íntegra dignidad. O como lo dice Zizek: “El Otro está bien siempre que su presencia no sea molesta, siempre que no sea realmente otro”**. Más sencillo, imposible.

A la búsqueda de ese otro invita Butler: "Toda forma de individualidad es una determinación social". Nuestro primer interés por el otro es porque es condición de nuestra supervivencia. "La singularización constituye un rasgo esencial de la socialidad". Y es necesario asumir el carácter vulnerable de nuestras vidas como vía para la empatía hacia las vidas precarias. Todos estamos en la precariedad”. Lo que significa que no hay lugar para el desinterés o para el abandono de la lucha que todo sujeto en resistencia se ha juramentado asumir; actuar de otro modo es pensar ilusamente que nuestros actos (o abulia) no tienen repercusiones en los demás. Quizá me sobra fe, je ne sais pas! Pero me asumo en resistencia, queereizado.

*http://www.elpais.com/articulo/portada/Romper/marcos/mentales/elpepuculbab/20100508elpbabpor_10/Tes?print=1
**http://www.elpais.com/articulo/opinion/Barbarie/rostro/humano/elpepiopi/20101023elpepiopi_10/Tes

viernes, 22 de octubre de 2010

NO HAY TAL LUGAR, PERO HACIA ALLÁ VOY

Hablo por mi diferencia. Así subtitula Pedro Lemebel un manifiesto*. Su manifiesto con el cual interviene en un acto político en 1986. El texto da cuenta del accionar de un sujeto frágil en su apariencia, fuerte en su voluntad de seguir resistiendo a la dictadura. A las varias dictaduras que reducen su cuerpo: la pinochetista, la de la pobreza, la de la heterosexualidad hegemónica, la del socialismo: “No soy un marica disfrazado de poeta/No necesito disfraz/Aquí está mi cara/Hablo por mi diferencia/Defiendo lo que soy/Y no soy tan raro/Me apesta la injusticia/Y sospecho de esta cueca democrática/Pero no me hable del proletariado/Porque ser pobre y maricón es peor”.

Lemebel por no creer, no cree en nada, y sin embargo, espera. Espera que su lucha y la de muchos y muchas más no sea estéril: “que la revolución no se pudra del todo”. Lemebel enuncia desde su dolor, desde ese espacio que Cherríe Moraga denomina “especificidad de la opresión. Desde la herida que se mantiene abierta: “Porque ser pobre y maricón es peor/Hay que ser ácido para soportarlo/Es darle un rodeo a los machitos de la esquina/Es un padre que te odia/Porque al hijo se le dobla la patita/Es tener una madre de manos tajeadas por el cloro/Envejecidas de limpieza/Acunándote de enfermo”. En un estado así, ¿es posible que suture la herida?

Tener conciencia de la propia opresión posibilita dialogar con las opresiones de los otros, reconocer en el otro, opresiones comunes que puestas en diálogo permiten un consuelo común, un llanto compartido, una esperanza acompañada. Cuesta mucho resignarse en comunión con otros. Y esa imposibilidad urge a la tarea de resignificarse: “No necesito cambiar/Soy más subversivo que usted”.

No cabe la liberación sin el reconocimiento de la propia opresión. No vale la búsqueda de la libertad de los otros sin el reconocimiento de su dignidad como personas. La conciencia de un dolor (un daño, una injustica) abre la posibilidad de curarlo. No de olvidar ni de cambiar la topografía de una herida que deja su huella en la piel: “Tengo cicatrices de risas en la espalda”. Para lograrlo hay que desplazarse, moverse. Avanzar (casi) por inercia sabiendo que el lugar que se busca es utópico. No existe tal lugar. No hay reposo pero sí alivio: “Y su utopía es para las generaciones futuras/Hay tantos niños que van a nacer/Con una alíta rota/Y yo quiero que vuelen compañero/Que su revolución/Les dé un pedazo de cielo rojo/Para que puedan volar”.

No existe el olvido pero si una suerte de perdón que termina por diluirse en la elasticidad del aire si no hay grafía que la fije en el papel, en la piedra, en la ley: “Que su revolución/Les dé un pedazo de cielo rojo/Para que puedan volar”. Abrirse a una espera que se ancla en la idea de un futuro imperfecto, también es sanar. Hacerse libre, hacerse otro, hacerse uno mismo, hacerse un nos-otros. Volar.

*Este texto fue leído como intervención en un acto político de la izquierda en septiembre de 1986, en Santiago de Chile.
http://lemebel.blogspot.com/2005/11/manifiesto-hablo-por-mi-diferencia.html (22.10.10)

martes, 12 de octubre de 2010

VIDAS "PRECARIZADAS"

El aún extenso y difícil camino por el reconocimiento de la diversidad sexual pasa por el desinterés de una amplia mayoría joven y adulta, que no se interesa por pelear para conseguir la normalización de las prácticas y discursos sexuales diversos que conforman el entramado social.

Las razones pueden ser muchas y válidas, legítimas o no, pero para darle vuelta e ir a la acción, se requiere de la participación convencida de los sujetos. Pero lo que se observa es una tendencia a dejar pasar las ocasiones para construir nuevas maneras de vivir la diferencia (en sentido estricto) y sí, en cambio, una predilección a conformarse, porque se concesiona un nuevo espacio (llámese antro o café), para el folclor gay o LGBT si hay suerte (léase inclusión). Eso es todo.

Es verdad que para conformar una identidad combativa primero hay que reconocer que se echa de menos algo en uno mismo o misma. Que se tiene un privilegio que no siempre funciona como salvoconducto, o bien, que se tiene una herida abierta o semicicatrizada que duele de vez en vez. En palabras de Cherríe Moraga “el peligro radica en no ser capaz de reconocer la especificidad de la opresión” (1988:21).

Si se piensa que se está bien porque no hay asesinatos de personas no heterosexuales (porque los medios no dan cuenta de ello, porque pocos leen prensa, porque se disimulan bajo el eufemismo de ‘crímenes pasionales’) desde luego que la gente termina por convencerse de que todo está bien y que cualquier insistencia en desvelar la realidad es mera intolerancia.

No exagero, me lo han dicho. Es difícil responder a quien de entrada no quiere saber, no entiende, dice no saber, cree no entender, entiende que no debe saber o sabe que su deber es no entender. Conocer es poder, sí, pero también es dolor. Dolor de mirar las heridas propias y reconocer el cuerpo basurizado (precarizado, estigmatizado, jodido) en el cuerpo de los otros. Dolor de remar contracorriente y no alcanzar la orilla o naufragar en las aguas procelosas. Dolor de subir la pendiente y no ver cerca la cúspide.

Dolor visibilizado que se interpreta por muchas y muchos como amargura, sinrazón, necedad. Y como la mayoría sólo quiere ser feliz, se aparta de todo intento de participar en pos de su propia liberación y la de los demás. Egoísmo y ceguera. ¿Cómo he internalizado mi propia opresión? se pregunta Moraga (:22). Es la misma cuestión que se desliza en la mente de bastantes sin posibilidad de enraizarse. O con muy pocas probabilidades de ello.

No cabe la liberación sin el reconocimiento de la propia opresión. No vale la búsqueda de la libertad de los otros sin el reconocimiento de su dignidad como personas. La tarea no es sencilla, pero quedemos quiet@s, ergo, sigamos como estamos, si todo está bien.

Luego están los discursos de la iglesia llamándonos anormales porque no nos ajustamos a la ecuación hombre-masculino-heterosexual y mujer-femenina-heterosexual. Las palabras de dirigentes que pueden decir, sin inmutarse, que los ‘matrimonios gay le dan asquito’. Las autoridades escolares impedir el acceso desde las escuelas a páginas web con contenidos específicos para la comunidad LGBT que también tiene derecho a conocer desde su orilla. Claro que todo está bien, creer lo contrario es intolerancia, necedad, sueños de loco y loca.
Moraga segura que “el opresor no teme tanto a la diferencia como a la similitud” (:25). Ahí radica el miedo de quienes joden con sus discursos excluyentes, pretendidamente dogmáticos, naturalizados. Temen descubrir que ellos y ellas están más cerca de eso que rechazan, se resisten a soltarse de su posición de privilegio para salir al encuentro de otro que más que raro es común. Es más sencillo asquearse y virar la cara hacia otra parte más amable del paisaje. Asco y basura lejos.

El asco, sin embargo, señala Silva, no es solamente una reacción biológica sino una construcción cultural. Esta es la razón por la cual los bordes entre lo que se considera asqueroso o no dependen de nuestra moral, perspectiva ética, percepción de la realidad y de las reglas entre lo que consideramos puro y peligroso. A veces estos bordes crean divisiones entre “nosotros” y los “otros”. Desde esta perspectiva, el asco es una emoción que nos permite calificar a los otros como subalternos con la finalidad de separarnos de lo que consideramos “sucio” y “contaminado”. El asco, en este sentido, no es solo un efecto sino la medida política para juzgar las acciones propias y de los demás como permitidas o prohibidas. (Silva 2009: 17).

Asco y basura. Cuerpos que no importan y que insisten en hacerse notar. Cuerpos precarizados porque así conviene al orden endeble de las cosas. Opresión que se conjuga en presente imperfecto, que entiende que la opresión de otros hiere personalmente. Sólo se si hace conciencia. Es posible conformar otros caminos para acercarse al otro. Sólo si se decide a actuar. Después de todo, la posmodernidad aún no nos ha arrebatado la posibilidad de soñar con otros mundos (im)posibles.

Moraga, Ch., (1988) “La güera” en C. Moraga y A. Castillo, Esta puente mi espalda. Voces de mujeres tercermundistas en los Estados Unidos, Editorial Ismo, San Francisco.

Silva S. R., (2009) El factor asco. Basurización simbólica y discursos autoritarios en el Perú, Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, Lima.

miércoles, 6 de octubre de 2010

¿MUNDO GAY?

Tiziano Ferro anuncia en una publicación italiana (según portal de hotmail de este 5 de octubre) que es homosexual, sumándose a la lista de celebridades -es un decir- que han salido del clóset en los últimos meses, además advierte estar convencido que tras esta declaración, nada será igual. Desde luego que nada será igual. Sobre todo para él, que ahora debe sentir una suerte de agobio liberador o de libertad disminuida que de a poco recuperará sus cauces.

¿Por qué lo confiesa ahora y no antes cuando aparentemente no había necesidad de tal revelación? Pensemos que es algo más personal y menos mezquino que el rating ¿Se está instaurando la salida del clóset como una moda? ¿Es posible hablar de una homosexualización de la sociedad o una gaycización del medio artísitico? Suena muy pretencioso lo anterior. Tal vez ocurre, entre otros factores, una creciente tendencia a visibilizar lo que solía permanecer en las sombras. Y una tendencia a dejar aparcada una vergüenza que no necesariamente se está transformando en orgullo. ¿Habría por qué?

Que siga habiendo este tipo de manifestaciones de gente famosa que se asume como no heteresosexual, contribuye a la normalización de prácticas sexuales que dan cuenta de un deseo que elige una diversidad de objetos para ser satisfecho. Y alienta la posibilidad de desmontar la heterosexualidad como única vía de complementariedad erótica, sexual, afectiva entre los sujetos; critica también su carácter de natural, de un estatus dado por la naturaleza, como una esencia, amén de que trastoca las afirmaciones que aseguran que no estar en el carril straight significa estar en la enfermedad, lo anómalo, lo incorrecto.

Con todo, hay todavía mucho por hacer a favor de una auténtica diversidad sexual, es muy común toparse con personas asumidas como heterosexuales que desconocen el significado de lo que significa ser no-hetero, viven con mitos sobre la transexualidad, lo travesti y el mundo transgénero ni siquiera existe en su horizonte de expectativas, pero el asunto se agrava cuando uno charla con chicas y chicos no heterosexuales y se descubre que también ellas y ellos ignoran mucho del amplio grupo al que pertencen o dicen pertenecer.

La ignorancia es igual en un sector y otro, lo que favorece que los clichés y los estereotipos sobre otras formas de vivir el placer sexual se mantengan anquilosados. La gente no heterosexual quiere fiestas, antros, espacios para ligar y departir en pareja o con amistades sin preocupaciones, exige derechos sin plantearse cuáles son también sus obligaciones. No investiga, no lee, no va más allá de la inmediatez del orgasmo clandestino y por eso más rico, quizás. Sin una cultura del reconocimiento de lo que implica estar en una orilla o en otra, difícilmente se vencerá la polaridad buga-gay, straight-queer, los normales-los anómalos.

Los espacios se conquistan. No basta el grito de liberación que anuncia el principio de un nuevo recorrido si no se es constante en la lucha de esa reapropiación del sujeto no heterosexual. Que siga habiendo coming out, pero también mayor acercamiento a eso que se denomina -en algunos escenarios- cultura LGBTi-Q.