MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

We're here. We're queer. Get used to it.

viernes, 31 de octubre de 2008

MASCULINIDAD METAFÓRICA: FRAGMENTOS DE UN DISCURSO VACÍO


Sucede que me canso de ser hombre
Pablo Neruda

La masculinidad entendida como una obligación que todo varón debe cumplir voluntaria o coercitivamente, a veces puede resultar tediosa, extenuante, contradictoria, absurda incluso, aunque muchos hombres aseguren lo contrario. Dicha respuesta, probablemente sea resultado de una arbitrariedad cultural convertida en natural.Los hombres no nos hemos planteado la posibilidad de pensar sobre nosotros mismos porque no cabe en nuestra lógica cotidiana, menos aun nos atrevemos a preguntarnos ¿qué significa ser masculino? ¿O quién de ustedes avanza por los pasillos de la existencia cuestionándose sobre lo que significa ser ‘hombre’? La mayoría de las veces damos por sentado, que el hecho fortuito de haber nacido ‘machos’ nos convierte de facto en hombres, lo cual nos catapulta a los privilegios que trae consigo la masculinidad.
Porque muchas veces se considera a la masculinidad como una prerrogativa que nos permite salir a los espacios públicos sin solicitar permiso, ejercer libremente nuestra sexualidad sin padecer la recriminación ni el rechazo, dictar órdenes y ser obedecido por las mujeres y por otros varones menos afortunados, imponer nuestra voluntad sin negociar ni ser cuestionados. Mandar. Pero hasta aquí la dicha de ser ‘hombre’.
Algunos de los preceptos del masculinismo, evidencian los aspectos perjudiciales del ejercicio de una masculinidad hegemónica que se caracteriza por ser heterosexista, excluyente, machista e intolerante, entre otros atributos. Y se plantea la posibilidad de ejercer una masculinidad libre de violencia, el derecho a manifestar nuestra emotividad, la posibilidad de experimentar prácticas sexo-afectivas diversas, abrir el diálogo equilibrado con las feminidades y permitir la instauración de las masculinidades emergentes.Pero ¿qué es masculinidad? Desde la experiencia de vida, lo masculino significa ser fuerte, tener poder, acceder sin contratiempos, casi con urgencia, a la sexualidad, ir por la vida como si el mundo fuera nuestro. Y lo es desde el discurso y las prácticas de subordinación hacia las mujeres y otros varones considerados ‘débiles’.
En consecuencia, la privación de tales atributos nos aproxima a lo que más teme un varón, ser mujer (por su condición de sometida y la posibilidad de ser penetrada) o en su defecto, el rechazo a ser considerado un niño (por su imposibilidad para mandar). Pues para actuar de manera autónoma somos educados mediante incentivos y castigos de los cuales participan diversas instituciones: la familia, la escuela, las religiones y los medios de comunicación. Por ello, los hombres debemos refrendar constantemente a través de la imposición, la negociación o la competencia, nuestro estatus de masculino.Pero todo lo anterior que hemos considerado como atributos y derechos naturales de los varones, son en realidad productos culturales que se ejecutan condicionados por el contexto, lo que determina un sistema sexo-género que ha establecido e impuesto como un hecho consustancial nacer macho y ser masculino y nacer hembra y ser femenina. La consecuente actuación de los individuos debe corresponderse con el género asignado aun cuando exista una resistencia para ejercerlo, so pena de ser sancionados socialmente y quedar excluidos y convertidos en individuos marginados o fronterizos.
Sin embargo, ser varón y ser masculino no es una propiedad inherente de la naturaleza humana sino una relación aparentemente inapelable de contenido cultural y por tanto arbitrario, que ha colocado sobre el cuerpo de los hombres características de fortaleza, valentía, autonomía, invulnerabilidad.Ser masculino no es una propiedad intrínseca sino un giro retórico, un discurso, un acto de habla, una metáfora. Si entendemos por metáfora la acción de otorgar a una cosa un nombre que corresponde a otra cosa produciendo con ello una transformación, queda evidenciado que lo que entendemos por masculinidad es una performatividad. Al cuerpo desnudo del varón (al que ha nacido biológicamente macho) se le endilgan cualidades externas de otras realidades y lo convierten (abracacadabra) en un ‘hombre’. La metáfora no explica sino que describe, y la masculinidad hegemónica no queda definida por sí misma sino por su relación de oposición con lo femenino y otras masculinidades emergentes.
Al no ser un hecho consumado, la masculinidad obliga a los varones a la autorregulación constante para asegurarse de que se ejerzan los valores que la definen, de ahí que resulte desgastante vigilar qué movimientos realizamos, qué gestos expresamos, qué emociones no debemos externar, qué modulaciones debe o no adquirir nuestra voz, la ausencia o la limitada presencia de ademanes, las posturas adoptadas por nuestro cuerpo; todo confluye para que los hombres no rebajemos la disciplina en aquellos aspectos que nos confirman como masculinos, esta situación suele llevarnos –aunque no se reconozca públicamente- al hartazgo, no de la masculinidad (que con esa estamos contentos casi todos) sino del ejercicio neurótico de la misma. Contradictorio.
Entonces, ¿por qué no intentar el ejercicio de otro tipo de masculinidades? Porque la sola enunciación de la pregunta genera en la mayoría de los varones, voces inconformes, murmullos, rechiflas, (y erecciones) planteamientos que activan el eterno temor de muchos hombres, el sentirse penetrados. Suponer variaciones al esquema tradicional de lo que significa ser masculino actualiza el miedo al falo, que inconscientemente, penetra en todo momento el deseo de un sin número de hombres.Aceptar la posibilidad de un cambio nos orilla a parecer masculinidades disidentes y en cierto sentido, una masculinidad que objeta contra la masculinidad tradicional, de facto se convierte en un varón fronterizo, reo de sospecha de no comulgar con los preceptos del canon. Esto porque tanto algunos varones como algunas mujeres asocian masculinidad y feminidad con heterosexualidad.
La teoría Queer apuesta por la eliminación del entramado sexo genérico que nos ha sostenido y sujetado y que se libere a los cuerpos para que se conduzcan conforme a su deseo. Aspirar a la libertad no significa hacer encomio de la anarquía. Pues los estudios Queer proponen recuperar la subjetividad, el derecho a ejercer libremente los deseos del cuerpo mediante la negociación con la norma y las instituciones que lo reprimen (todo lo que reprime también posibilita).Resignificar la norma traería consigo la modificación del ejercicio de lo que entendemos por masculinidad y feminidad, y el rompimiento del esquema sexo genérico que nos obliga a elegir entre el corral “hetero” y el gueto gay, ya que tanto la heterosexualidad como la homosexualidad, según la teoría Queer, son categorías igualmente opresoras.
El reto para los varones consiste en hacer un alto y plantearnos qué tipo de masculinidad queremos ejercer, vencer decididamente el prejuicio de que la masculinidad no es un asunto para reflexionar; no hacerlo antes nos ha convertido en un vacío –paradójicamente- lleno de fragmentos que intentan en vano unirse y darle sentido al concepto ‘hombre’.
Un varón que no conciba que la ejecución de su masculinidad está relacionada con factores externos: otros varones, las mujeres, manifestaciones sexo afectivas diversas; e internas: el derecho a manifestar su emotividad, ejercer libremente su deseo y deslindarse de los patrones clásicos de lo que significa ‘ser hombre’, y que no comprenda que su masculinidad más que una propiedad intrínseca es un proceso de metaforización de su cuerpo ‘macho’, está en riesgo de ser un varón en crisis, un cuerpo solo y marginado, un fantasma vagando en la inmensidad del espacio vacío que es su nombre.

Texto presentado en SIN QUERER QUEERSIENDO. Incursiones interpretativas desde los Estudios de Género. MESA REDONDA.

Xalapa, Ver., jueves 16 de octubre de 2008

P R O Y E C T O Q U E E R

a U y M: masculinidades queers a su pesar.

Masculinidades en resistencia da título a este espacio dedicado al análisis, comentario, discusión, difusión y reconstrucción de lo que tradicionalmente hemos entendido como 'masculino' y 'femenino'. Asimismo, es un punto de encuentro para aquellas sexualidades diversas -fronterizas o disidentes- cuya voz, en otros escenarios, es silenciada.
¡Bienvenidos, lectores, al Territorio Queer!