MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

We're here. We're queer. Get used to it.

jueves, 7 de julio de 2011

QUEER

¿Qué hago con mi nostalgia ‘feisbusera’? Sucede de pronto que la curiosidad, el morbo, la ociosidad o una suerte de alta traición me hace mirar hacia atrás, eludiendo la consigna de no hacerlo so pena de devenir ceniza, sal u olvido. Sin embargo, vuelvo la mirada hacia el pasado y activo un remolino de emociones que el recuerdo agita.


La vida en indicativo tiene el encanto de hacernos constar que se está vivo y que se des/vive. Otra historia es la cronología que registran las emociones, los sentidos, los otros, que una vez fijados en una fotografía y/o una frase, suscitan una serie de motivaciones que elevan o derrumban al ánimo. Por si acaso, he aprendido a mirar a atrás sin añoranzas ni con dolor, antes bien, vuelvo los ojos con una perspectiva de quien sabe que ha pasado por esos caminos y que afortunadamente, no los volverá andar, por mucho que se desee, añore o exprima al recuerdo.


Facebook me ha ofrecido la posibilidad de decidir si quiero empaparme de pasado o permanecer lejano al libro del recuerdo. Y en ese acto volitivo, he elegido a qué orillas quiero volver a través de la memoria y de cuáles quiero mantenerme distante por salud mental, prudencia o necesidad de no embarcarme en batallas tan añejas como vanas. Y no obstante, me gusta experimentar las sensaciones que la visita al ayer me despierta: mirar fantasmas es una actividad que sienta bien cuando la tarde se convierte en lluvia (casi) infinita.


Al recordar, no solamente constato que he vivido, sino que además, contemplo la manera en qué he asumido mi existencia: los escondrijos, los meandros, las laberínticas líneas que he andado, los tropiezos y mis apuestas acertadas. Mi vida no ha sido una línea recta (si acaso las hay así); ha sido la sinuosidad de mi paso por esta vida la que significa mi presente; el lugar desde donde miro, en lontananza, todos los hombres que he sido y dejado de ser; mis metamorfosis, las pérdidas y las adquisiciones con que he plantado cara al devenir cotidiano.


Es a través de este recorrido virtual (y virtuoso, tal vez) que corroboro que no hay lugar para la melancolía (ni de género) en este cuerpo que soy y que se planta como una unicidad que no pierde sentido: no es que sea un coherencia absoluta, es que aprendí a ser congruente en mi incongruencia, sensato en mi locura, feliz en mi rareza, irreversible: incombustible Queer.