MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

We're here. We're queer. Get used to it.

miércoles, 4 de julio de 2012

FIN DE CURSO ESCOLAR Y LA ACTUACIÓN DE LOS ROLES DE GÉNERO

La ceremonia de clausura del ciclo escolar es una oportunidad idónea para observar la ritualización (su representación ‘exagerada’, quiero decir) de los roles de género: niñas y niños actúan (en el bailable elegido por docentes o titulares de artísticas), lo que han ensayado durante varias sesiones para ofrecer al público un buen choucito.

Desde luego, no se asume así. Dije ensayado, repetido, practicado y refiere un exceso: las niñas han repetido una serie de pasos para ser ‘niñas’ y los niños han memorizado un listado de instrucciones para ser ‘niños’; de este modo, ambos representan lo que los adultos esperamos observar durante la coreografía. El festival de fin de cursos es la pasarela donde podemos constatar el cumplimiento de los roles de género y/o el fracaso de los mismos. Incluso su desafío.

Es curioso observar (cuando así se hace, desde luego) cómo las y los estudiantes que culminan el primer grado, asumen el bailable como un juego; la mayoría se divierte (así parece) actuando ante un público aun cuando los aditamentos de género confinan a unos y a otras a la teatralización de ciertos gestos, giros y expresiones que a esta edad ya tienen incardinados, sabidos de memoria.

Pero en el estudiantado de segundo grado en adelante, pude contemplar cómo la estructura social, que es de género, huelga decir, ya ha domesticado a los cuerpos. Pues éstos, además de manifestar una torpeza motriz y espacial, que se acrecienta conforme avanzan de grado escolar, acusan una coreografía sexo-genérica que da cuenta de lo bien que han aprendido a ser niñas y a ser niños: ellas contenidas, sobre todo; ellos, pura explosión. Generalizo, desde luego.

¿Y alguien se da cuenta de este teatro que obliga a los cuerpos a actuar un único papel con poquísimas posibilidades de reinterpretarlo? ¿Alguien cuestiona esta actuación que contiene a las niñas y a los niños en un cerco que reafirma formas de exclusión, invisibilización, explotación y desigualdad? Durante el tiempo que duró el festejo de esta mañana, ni la maestra ni el maestro que coordinaron el evento mencionaron ‘lo femenino’: “Buenos días, padres de familia, alumnos, maestros y público en general”. ¿Las madres de familia (la mayoría de las asistentes), las alumnas, las maestras eran el ‘público en general’? No escuché ninguna queja, reclamo o llamado de atención urgiendo a la maestra o al profesor a nombrar también a las mujeres.

Lo triste de este tipo de eventos (lo fue y es para mí), no es solamente contemplar cómo se expone a las criaturas a la ridiculización (ellas maquilladas y con tacones; ellos con bigotes ‘pintados’ y sombrero), sino cómo se les muestra precisamente como resultado del trabajo que la escuela hace en los cuerpos en términos de institucionalización, reproducción y reafirmación de los esquemas de género sin darse cuenta. Porque precisamente a través del bailable, se intenta mostrar lo que no es demostrable (el aprovechamiento y la adquisición de competencias y destrezas varias) y evidencian lo que las y los docentes no ven. Pero que tampoco observan las madres y padres de familia ¿Qué miraría una mamá o un papá que contemplara ese espectáculo con una mirada crítica?

El choucito pues, da fe de la actuación de lo que significa ser niña y ser niño en el espacio escolar, pero también de cómo se ha aprendido lo femenino y los masculino, asimismo, evidencia, en algunos casos, la disidencia o lo fallido, por decirlo simplistamente, que puede ser el proceso en algunas niñas y en unos cuantos niños que manifiestan movimientos que acusan una irregularidad en la ejecución del género. Toda esta representación expone a su vez, las actuaciones de género de las y los docentes, del personal administrativo y de quienes cohabitan con el estudiantado día con día en el salón de clases, pero también en los pasillos, zonas de juego, entre otros.

Al final del evento me he quedado con la tristeza (y el llamado a intervenir) de lo mucho que hay que hacer para contribuir a mirar de otra manera a las y los estudiantes, y en consecuencia, actuar con otras estrategias que consideren que los cuerpos de las niñas y de los niños no son robots que se ensamblan a lo largo de la educación primaria (vale también para otros niveles educativos), sino sujetos que se construyen cotidianamente y que deberíamos contribuir a ayudarles a realizar ese proceso. La cantidad de chicas jóvenes con criaturas en brazos, embarazadas, algunos padres adolescentes, la numerosa cantidad de niñas y niños presentes en el festejo, deberían decirnos algo más que “he aquí una comunidad que ha cumplido a rajatabla el sistema sexo/género”. Mañana iré a otro choucito, a ver qué novedades sorprenden a mi mirada.