MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

We're here. We're queer. Get used to it.

domingo, 28 de diciembre de 2008

EL LARGO Y DIFICIL PROCESO PARA SER HOMBRE

El proceso para transformarse en hombre es tan complejo como absurdo, doloroso como incomprensible, cansado como invisible. Lo refiero no como una queja ni como anuncio de un descubrimiento sino para hacer constar que he reflexionado en ello y me gustaría que otros hombres también lo hicieran.


Ahora la publicidad promueve una supuesta revancha sobre el orden femenino que se nos ha impuesto -vaya paradoja- luego de muchos años de sometimiento de subordinación femenina a los deseos de la virilidad: un champú para varones para oler a hombres; este es un ejemplo de varios que nos muestran cómo la voz de los varones aspirar a hacerse oir en el concierto de voces femeninas, profeministas y/o antimachistas. Y ha sido necesario gritar más fuerte porque el ruido es alto y las voces masculinas son pocas y de bajo nivel auditivo. Es decir, el movimiento a favor de la liberación de las mujeres le bajó el volumen a la voz -cuando no la anuló- del concierto masculino.


Repensar en qué consiste el "ser hombre" es el punto de partida de reelaboración o reconstrucción de la masculinidad de este nuevo siglo; tarea nada sencilla y sí ardúa que exige indagar no solamente en la propia noción de masculinidad sino ahondar en la idea de lo masculino que hemos heredado de los padres, abuelos y el resto de hombres que nos han antecedido y nos han legado marco de referecia a partir del cual hemos echado a andar nuestra porpia noción de ser varón.


Ejecutar los nuevos paradigmas -sin paradigma hegemónico que sirva de árbitro, juez y censor- de la masculinidad es responsabilidad de cada hombre (y de la cooperación de las mujeres, desde luego) que apoyándose con otros hombres lograríamos construir una masculinidad alejada del ejercicio violento -y retrógrada- del poder y sí una que incluya la cooperación entre varones y entre géneros para hacer más amena la convivencia social y favorecer la existencia de una racionalidad que no esté reñida con la emotividad.


Construir la masculinidad sdeguiría siendo un largo y difícil proceso pero tendríamos la certeza de que el esfuerzo, valdría la pena.


viernes, 19 de diciembre de 2008

QUEER 2

A veces me pesa vivir.
¿Debo confesarme culpable por ello?
***
Un Queer no puede abandonar el mundo a su sufrimiento...

jueves, 18 de diciembre de 2008

QUEER...¿Y QUÉ?

La enfermedad me revela la enorme soledad que soy. Así leo ahora a mi organismo asolado por un cuadro generalizado de malestares físicos y psíquicos. Una antesala de la agonía; sufrimiento real.
Es en este momento cuando se pone a prueba mi capacidad para negociar con el dolor: leo mi cuerpo como a un texto Queer. Y entonces asumo, sin martirismo ni desdén, mis dolencias como páginas integradas al texto que soy.
Asumir la enfermedad como una lectura queer por supuesto que no es fácil ni ameno ni deseable. Pero es la manera en que uno logra ser congruente con lo que se dice y se hace. Asumir la realidad sin matices. O con todos. Vivir.
Tengo la experiencia, a través de la lectura, que por momentos similares (guardando las trasantlánticas distancias) ha pasado Eva Sedgwick o Susan Sontag y eso me hace sentir menos solitario. Pero insisto, la experiencia de la enfermedad es en soledad.
Eso somos, soledad, silencio, abandono. Un punto marginal que se torna centro y nuevamente margen. Queer.

martes, 16 de diciembre de 2008

ALGUNAS VECES... ELLAS

Yahvé será bienaventurada" (prov. 31, 30). Tal es la frase que leí en un bolso de mujer el sábado anterior. Mis ojos fijos devoraban la frase abarcándola con una incredulidad que me tomó varios minutos antes de reaccionar.
¿Una mujer portando semejante mándala? Supongo que lo hacía con orgullo e inconsciencia. De otro modo, me resulta complicado entender que una mujer sea capaz de dañarse a sí misma portando semejante sentencia. ¿Pensaría que quienes leyéramos su frase daríamos por hecho que se trata de una mujer decente, respetuosa, de su hogar? Al mirar semejantes líneas pensé todo menos en su honorabilidad; sospeché, debo confesar, si en realidad ésta era una mujer.
Dejando de lado mis suspicacias, es un hecho consumado que las mujeres -la gran mayoría- siguen atadas a su pasado cultural y representan fielmente su papel de género. Tal vez por ignorancia o por inercia; quizá por comodidad o resignadas ante la falta de opciones viables de ser mujer. La verdad, luego de trabajar con muchas de ellas uno comprende que formas de ser mujer hay muchas. Pero de momento yo me quedé estuporado reviviendo aquellas frases de Lorca como si hubieran sido expresadas ayer:
*Me gustan los hombres, hombres.
*¡Los varones son del viento! Las niñas no salen jamás a la calle.
*Mientras una vive, lucha.
Todo un salterio de la feminidad más recalcitrante que ojalá algún día, sea posible modificar.

martes, 9 de diciembre de 2008

COMING OUT

Ellos nunca sabrán lo que duele salir. Ellas no pueden imaginar el valor que implica llevar a cabo tal acción. Pocos, en realidad, saben lo doloroso que resulta salir del closet. Esa cárcel imaginaria que cerca, aísla, oculta, protege y daña a la vez.

Somos educados en un único parámetro basado, curiosamente, en la diferenciación sexual de los cuerpos: para ser hombres, los niños; para ser mujeres, las niñas. Ambos, heterosexuales. Nadie cuestiona que no será así. Ninguno se plantea que algo puede salir “mal” en el proceso de educación. Sin embargo, pese a todos los cuidados y no pocas precauciones, a veces, en algunos y algunas, algo no resulta bien. El resultado esperado se convierte en uno fallido. No deseado. Inconcebible.

La culpa no es del niño ni de la niña que se descubre diferente (a fuerza), casi siempre debido a la enunciación de una voz exterior a los mismos que denuncia. Primero son los otros quienes te etiquetan como raro; después viene el aluvión de sospechas de seres más cercanos, hasta que al final, un día, la autoconfesión se vuelve inevitable y cae ante el espejo la venda de la hegemonía vencida por el peso de un deseo interior que es más fuerte que el miedo. La ley de la gravedad vence: soy raro.

La asunción no alivia, en realidad apenas inicia el difícil camino que se ha de recorrer; nadie sabe la ruta ni el destino, pero se avanza, se ha tomado la decisión (aún se ignora si conveniente o impertinente; pero sí necesaria) de romper con la burbuja que ha limitado el crecimiento. Se descubre que se ha perdido tiempo y que el motor lleva mucho tiempo en marcha; la hora de salir lleva ya minutos de retraso y se emprende el recorrido: lineal, curvilíneo, parabólico, atrevido, trasgresor. Dado el paso uno ya no hay vuelta atrás; ni el temor ni las amenazas ni las coerciones ni los daños posibles o reales ni el estigma ni la anatema detienen el movimiento, a veces lo retardan o lo aceleran, pero el reposo absoluto no ocurrirá jamás.

La denominada salida del closet es un acto íntimo e intransferible que se vive varias veces (porque tienes sus gradaciones) pero el momento inicial marca con un herraje que suele darle al individuo el ímpetu para resistir (al menos en los primeros momentos) la violencia de la fuerza centrífuga con que se libera uno del centro hegemónico. Dado ese salto “cuántico” en el que se invierte mucha energía, la satisfacción de la liberación compensa –las más de las veces- el esfuerzo invertido en tal acción.

Después viene la deconstrucción de los paradigmas adquiridos (impuestos) durante muchos años: aprender los códigos del nuevo mundo, tácticas y estrategias de convivencia varia entre seres iguales, formas de ser y hacer entre pares, las leyes del homoerotismo, los riesgos de la vida al límite, conocer la biografía de aquellos que nos han antecedido. Rehacernos. La fiesta y el duelo. Contemplar el estado afectivo final: las pérdidas y las ganancias. El fracaso acechando. El anhelo a mantener la libertad. El reencuentro con uno mismo. La reconciliación. La vida según el propio deseo.

La vivencia de salida del closet es una que no conocerán jamás los que se denominan heterosexuales. Nunca se han planteado redefinirse. No tienen necesidad de plantar cara a la realidad que nos define a partir del ejercicio del deseo sexual. Ellos y ellas nunca sabrán lo que significa nacer dos veces, pues no pueden salir de donde nunca han estado dentro.

sábado, 6 de diciembre de 2008

HOMBRES Y FUTBOL


Entre los múltiples problemas que tienen algunos hombres, se encuentra el de establecer una relación directa entre hombría y futbol; una obligación parecida a la que crea la asociación hombre y heterosexualidad u hombre y masculino. Con creencias así, merecidos nos tenemos –injustamente los hombres que sí somos reflexivos- el chiste aquél que refiere que los hombres no somos capaces de prestar atención a más dos cosas a la vez, pues la mirada masculina –machista- es dicotómica y no consigue mirar más allá del parámetro causa-efecto; tal es el concepto de racionalidad que adolecen muchos todavía.

En otro momento he señalado, que aquello que entendemos como atributos de la masculinidad colocados sobre el cuerpo macho, el de varón, no lo conforman una masculinidad sino un ente metaforizado; las cualidades o propiedades de un cuerpo que se entiende fuerte, seguro, poderoso o valiente se colocan sobre la desnudez frágil de los varones y los convierte (abracadabra) hombres. Nos hace hombres.

Pero a diferencia de la mayoría, algunos pronto comprendemos que dichas características son atribuciones subjetivas, producto de una convención que se nos ha impuesto a mujeres y a hombres y se ha convertido en una norma hegemónica, excluyente, cenutria. De ahí que una cantidad impresionante de varones crea fielmente –como cree en Dios, en el TRI, en Televisa o en santa Claus- que manifestar su gusto irrefrenable por el futbol y su práctica lo mantiene en la cresta de la masculinidad (entendida como sinónimo de hombre).

Observen las manadas de machos deambulando por las calles los fines de semana preferentemente, luciendo sus modelitos (camiseta y short) ‘piratas’ de selecciones y equipos nacionales o de otros países, portándolas con orgullo, avanzando con las piernas abiertas –el bulto que hay entre ellas es enorme y dificulta un andar erguido, más propio del homo erectus-, meneando sus panzas cocacoleras o cheleras, mirando con desdén a las mujeres ('qué comen los pajaritos') y a otros tipos que no pueden lucir con orgulloso la masculinidad que éstos portan. Son vulgares, cortos de pensamiento, irracionales, sólo repiten y alegan a partir de opiniones que han escuchado en voz de los comentaristas deportivos. Muchos, ni siquiera juegan (bien) futbol.

Ignoran qué significa ‘democracia’, ‘violencia de género’, ‘masculinidades’, reforma del estado’, pero manejan al dedillo los nombres de jugadores, equipos de futbol, ligas y liguillas, torneos, record de goles y una lista sin fin de expresiones inconscientes de sus deseos malogrados. Detrás de cada macho futbolero de fin de semana está un jugador frustrado que tuvo menos suerte que Beckham y que Villa, la estrella española de la eurocopa. Pero eso no es justificación para no portar sus camisetas con el número 10 ó 7 como sinónimo de éxito, como si éste se obtuviera ipso facto por contagio.

Los hombres que persiguen sus sueños en el movimiento de un balón son representantes de una masculinidad ambigua que supera la incertidumbre que podría causarnos la contemplación de un travesti o una Drag Queen; en éstos, uno sabe que el disfraz va sobre una identidad definida. Mirando a los machos futboleros, uno contempla el deseo doloroso (y necesario) de ser certificado socialmente como hombre. Y envidiado, respetado, poderoso.

No existe –supongo- mayor incertidumbre que la que habita en esos machos que desprecian a quienes no compartimos su pasión por el esférico. No se detienen a reflexionar que son precisamente esos modelos de la hipermasculinidad los que son más proclives a los encuentros homoeróticos, a la metrosexualidad –eufemismo para no decir amariconado-, a la sensiblería que existe detrás de su fachada de macho deportista y a las prácticas homofóbicas (véase
http://palabradeloca.blogspot.com/2008/05/ftbol-y-homofobia.html; en este texto Giancarlo Cornejo hace un análisis exhaustivo sobre homofobia y futbol). La simulación podría ser una característica identitaria y que unifica a estos paradigmas de una masculinidad en crisis que recupera –para vergüenza de la modernidad- el espíritu primitivo del hombre de las cavernas. Para muestra, basta una foto.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

DESPENALIZACIÓN DE LA HOMOSEXUALIDAD

En la versión electrónica del diario EL PAÍS se lee:
La declaración para despenalizar la homosexualidad se cuece a fuego lento en las Naciones Unidas. Pero como indican fuentes diplomáticas metidas en la negociación de este controvertido texto en Nueva York, el tiempo apremia, y aunque se producen avances, encontrar una zona de consenso no es fácil.
(...)
Las declaraciones de la Asamblea General no son jurídicamente vinculantes. Su valor es más bien político. Por eso, el propósito de la UE es conseguir el mayor número de países firmantes, para darle peso. "Lo ideal sería llegar a las 60 firmas" de 192 miembros, indican los negociadores europeos, que reconocen que ir más allá en este momento complicado.
(...)
El texto que está sobre la mesa consta de 13 párrafos, con los que pretenden "reafirmar los derechos de estas personas, dentro de mecanismos internacionales existentes". "Se trata de lanzar así un movimiento global contra una práctica intolerable", según explican los relatores de la iniciativa, que reiteran que "la idea no es crear nuevos derechos, sino hacer la despenalización posible".
El corazón de la iniciativa es su párrafo 11, y está redactado para meter bajo el mismo paraguas a gays, lesbianas, bisexuales y transexuales. Para ello se pide a los países que tomen "las medidas necesarias, administrativas y legislativas, para garantizar que la orientación sexual y la identidad de género no sean bajo ninguna circunstancia causa de sanción penal, en particular ejecución, arresto o detención".
(...)
La declaración se completa con otro párrafo en el que se hace mención a la no discriminación de los países por orientación sexual o identidad de género, por considerar que violan claramente los Derechos del Hombre.
(...)
El Vaticano se opone a esta declaración porque acaba añadiendo "una nueva categoría" a los protegidos contra la discriminación, y porque además teme que se cree una reacción en cadena a favor de las uniones entre personas del mismo sexo y revertir la discriminación contra el matrimonio tradicional entre heterosexuales.
Hasta acá la nota. Justo este último párrafo es el que 'riega el tepache' y tenía que ser, of course, la iglesia, la más disciminadora de todas las instituciones, la sin rival en el ejercicio de la injusticia, la hipócrita por definición. El día que sepa que decidió por fin recuperar su vocación primaria (que recuperó su memoria) moriré. Mientras tanto a esperar que su pestilente influencia odorifique la ONU.

martes, 2 de diciembre de 2008

UNO TIENE LO QUE QUIERE TENER

La frase que da título a esta entrada hace alusión a las distintas situaciones de vida en las que a veces nos hallamos, debido precisamente a nuestras acciones; esto es, que el estado en el que nos encontramos -casi siempre de desventura- no es sino consecuencia de un acto anterior.
Llevo algunos años realizando un trabajo de sensibilización respecto a la necesidad de mirar la realidad con una perspectiva de género; desnaturalizar las acciones cotidianas de los individuos y empezar a cuestionar las normas en las que se apoya la desigualdad que subordina la condición femenina y empezar a ejecutar de otra manera el papel de mujer y de hombre. Pero resulta que la oposición a estos cambios surge precisamente de las mujeres.
El feminismo más rancio moriría ipso facto al mirar las actitudes sumisas, de codependencia y anulación que asumen tantas mujeres antes que tomar la decisión de empoderarse y asumir la responsabilidad de su propia vida. Son ellas, muchísimas veces, el coeficiente de fricción estática que impide el movimiento de sensibilización de los individuos o que lo frena hasta casi detenerlo. Las razones, no creo que las sepan. La inercia o el temor, la indiferencia, el hastío. Lo que si queda evidenciado es que son ellas las que destruyen a ellas: se denigran, se torpedan, se degradan. Algunas parecen que desean masculinizarse para hacerse del poder a la mala, muy machas; otras, solamente piensan en conseguir ser el centro de su pequeño universo, feminocéntricas, adictas a sí mismas, tropiezan y caen bajo el paso de su ceguera, otras más, ni piensan, sólo se dejan llevar hacia donde avanza el resto de la manda, sea masculina, femenina o mixta. Lo he creído siempre: el peor enemigo de una mujer es otra mujer.

Muchas veces he intentado dialogar con esa parte reacia de cada mujer para que se de la oportunidad de mirar con detenimiento la realidad, la suya, pero nada sucede. Prefieren seguir bajo el ‘techo de cristal’ (cuando no de acero o concreto) que el machismo les impone. Ni hablar, dice el refrán que el que por su gusto muere, hasta la muerte le saben bien, y desafortunadamente –lo digo con verdadero pesar- hay a quienes la sujeción les parece una forma de poder o en su defecto, una manera de confirmarse cada día, que siguen con vida. Si eso, las satisface, qué tristeza, ser mujer.