MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

We're here. We're queer. Get used to it.

martes, 9 de diciembre de 2008

COMING OUT

Ellos nunca sabrán lo que duele salir. Ellas no pueden imaginar el valor que implica llevar a cabo tal acción. Pocos, en realidad, saben lo doloroso que resulta salir del closet. Esa cárcel imaginaria que cerca, aísla, oculta, protege y daña a la vez.

Somos educados en un único parámetro basado, curiosamente, en la diferenciación sexual de los cuerpos: para ser hombres, los niños; para ser mujeres, las niñas. Ambos, heterosexuales. Nadie cuestiona que no será así. Ninguno se plantea que algo puede salir “mal” en el proceso de educación. Sin embargo, pese a todos los cuidados y no pocas precauciones, a veces, en algunos y algunas, algo no resulta bien. El resultado esperado se convierte en uno fallido. No deseado. Inconcebible.

La culpa no es del niño ni de la niña que se descubre diferente (a fuerza), casi siempre debido a la enunciación de una voz exterior a los mismos que denuncia. Primero son los otros quienes te etiquetan como raro; después viene el aluvión de sospechas de seres más cercanos, hasta que al final, un día, la autoconfesión se vuelve inevitable y cae ante el espejo la venda de la hegemonía vencida por el peso de un deseo interior que es más fuerte que el miedo. La ley de la gravedad vence: soy raro.

La asunción no alivia, en realidad apenas inicia el difícil camino que se ha de recorrer; nadie sabe la ruta ni el destino, pero se avanza, se ha tomado la decisión (aún se ignora si conveniente o impertinente; pero sí necesaria) de romper con la burbuja que ha limitado el crecimiento. Se descubre que se ha perdido tiempo y que el motor lleva mucho tiempo en marcha; la hora de salir lleva ya minutos de retraso y se emprende el recorrido: lineal, curvilíneo, parabólico, atrevido, trasgresor. Dado el paso uno ya no hay vuelta atrás; ni el temor ni las amenazas ni las coerciones ni los daños posibles o reales ni el estigma ni la anatema detienen el movimiento, a veces lo retardan o lo aceleran, pero el reposo absoluto no ocurrirá jamás.

La denominada salida del closet es un acto íntimo e intransferible que se vive varias veces (porque tienes sus gradaciones) pero el momento inicial marca con un herraje que suele darle al individuo el ímpetu para resistir (al menos en los primeros momentos) la violencia de la fuerza centrífuga con que se libera uno del centro hegemónico. Dado ese salto “cuántico” en el que se invierte mucha energía, la satisfacción de la liberación compensa –las más de las veces- el esfuerzo invertido en tal acción.

Después viene la deconstrucción de los paradigmas adquiridos (impuestos) durante muchos años: aprender los códigos del nuevo mundo, tácticas y estrategias de convivencia varia entre seres iguales, formas de ser y hacer entre pares, las leyes del homoerotismo, los riesgos de la vida al límite, conocer la biografía de aquellos que nos han antecedido. Rehacernos. La fiesta y el duelo. Contemplar el estado afectivo final: las pérdidas y las ganancias. El fracaso acechando. El anhelo a mantener la libertad. El reencuentro con uno mismo. La reconciliación. La vida según el propio deseo.

La vivencia de salida del closet es una que no conocerán jamás los que se denominan heterosexuales. Nunca se han planteado redefinirse. No tienen necesidad de plantar cara a la realidad que nos define a partir del ejercicio del deseo sexual. Ellos y ellas nunca sabrán lo que significa nacer dos veces, pues no pueden salir de donde nunca han estado dentro.

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