MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

We're here. We're queer. Get used to it.

lunes, 5 de enero de 2009

FUTBOL Y CUERPOS REPRESALIADOS

“La fórmula matemática del deporte es D x T: densidad de la pelota por el tío que la empuja”
Albert Einstein


Estoy convencido desde hace muchos años que para significar mi hombría y mi masculinidad no necesito del futbol: ni mirarlo ni practicarlo ni emplearlo como tema de discusión en una conversación con varones. Sin embargo, poseeo algunas nociones al respecto, que me permiten salir airoso en una charla informal entre machos. Lo cual no prueba que necesite del futbol para conectar con mis pares, desde luego que no, antes bien evidencia su hegemonía como parte medular –vital, en algunos casos- del discurso y la actuación de la masculinidad.

Estos es, la existencia del futbol como deporte –espectáculo o negocio- está cargado de un simbolismo tal que ha terminado por enquistarse en la mayoría de los varones, que no consiguen explicar su existencia si no es partir de la vivencia de la práctica de este deporte. De modo, que está implícita la prohibición de no practicar o no nombrar el juego del hombre.

La hegemonía -entendida como la superioridad o supremacía de cualquier tipo (RAE)-, que este deporte ejerce sobre millones de hombres, los imposibilita para verse representados en otras prácticas y discursos ajenos al futbol. Parecerá que no hay necesidad de ello, después de todo, a mí sí me gusta, dirán muchos; pero si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta que este gusto ha sido coaccionado y no ha surgido voluntariamente en el individuo, por la sencilla razón que desde que cobró conciencia, no se ha hallado expuesto tantas horas a ninguna otra práctica deportiva como sí lo ha estado frente al futbol. De manera que la imposición del deseo de jugarlo no ha dejado espacio a la espontaneidad ni al libre albedrío.

La tiranía que esta práctica despliega sobre los varones, puede compararse a la que sobre las mujeres ejercen los concursos de belleza*. Los varones que practican este deporte están sometidos a un sin fin de reglas que limitan la puesta en práctica de su gusto, de su placer.

Además de conocer y respetar las normas que el juego impone: faltas e incorrecciones, penaltis, saque de banda, de meta, de esquina, número de jugadores, posición que se defenderá, entre otras, los varones están sometidos a una ejecución específica de su cuerpo: movimientos seguros y hasta brutos, posturas que demuestren el poder sobre el terreno de juego, gritos que intimiden al rival, uso de colores y símbolos que evidencien que quienes están en el campo son hombres masculinos y desde luego, heterosexuales.

Porque suponer que entre los futbolistas existan algunos cuyas prácticas sexuales difieren de los de la normatividad es tabú. Piensen en las opiniones de algunos directores técnicos defendiendo a ultranza la heterosexualidad de sus dirigidos. Así, que si alguno de los futbolistas tienen una inclinación homosexual o bisexual tendrá que reprimirla bajos los golpes que le dan al balón, desviar la mirada hacia otro lado en la intimidad de las duchas o pensar en el Regina Coeli cuando celebren apretujados ante las cámaras de televisión la existencia de un gol, so pena de quedar excluido del mundo de los hombres machos y exponerse al ridículo y a las burlas de los demás.

Si esto no es ejercer una hegemonía, no sé qué más pruebas necesitan para convencerse de que el futbol es una imposición más sobre el cuerpo de los hombres, quienes impedidos (por ignorancia, inercia, cobardía, desidia) para optar por otras prácticas deportivas viven representando un estilo de vida que tal vez no les satisface, pero en cambio les permite permanecer dentro del terreno del juego sin exponerse a una tarjeta amarilla (se rumora que es…) o peor aún, a una tarjeta roja que lo expulse, definitivamente, del paraíso machista.
*un artículo al respecto publicaré en otro momento.

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