MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

We're here. We're queer. Get used to it.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

PERIMETRANDO LO QUEER: UN INTENTO (VANO)

O EL MUNDO QUEER Y OTRAS POSIBILIDADES

a M.

A finales de los sesenta las feministas luchaban (preferentemente) por la apropiación de su cuerpo: el derecho al aborto y el libro ejercicio de su sexualidad separado de la reproducción. Parecía un reclamo femenino unificado pero no era (ni es) así. Las mujeres negras reprochaban a las blancas no incluir en sus peticiones las exigencias de las primeras. A esto se sumaron las demandas de las mujeres chicanas, las lesbianas y toda suerte de mujeres que no se sentía representada en lo que se dio por llamar feminismo blanco (mujeres blancas, de clase media, heterosexuales).
El asunto no terminó ahí. En las década de los setenta, con la insurgencia de los movimientos que reivindicaban a las minorías sexuales (gays y lesbianas), la lucha de los colectivos en Estados Unidos sobre todo, evidenció una fragmentación de las voces disidentes, ya que las peticiones de unos no coincidían con las demandas de otras, pues las personas no están formadas en una única fila: los cuerpos de todos se revelan atravesados por múltiples fronteras que posibilitan o reprimen estar en una orilla u otra: ser negro o lesbiana, chicana o blanco, homosexual o heterosexual y las diferentes combinaciones que resultan de estas y otras marcas.
Lo conseguido en este tiempo se vino abajo con la aparición (a principios de los ochenta) del virus del VIH en cuerpos de homosexuales, negros, prostitutas y demás colectivos ya ‘apestados’. Los reclamos que demandaban la participación del Estado en lo que ya no era una solamente una enfermedad de parias sino una epidemia que estaba tocando a representantes de sectores considerados bien pensantes, exigió que esos colectivos que luchaban por separado o que se habían instalado en una cuestionable comodidad de las pocas concesiones logradas una década atrás, se reorganizaran y sumaran sus fuerzas.
Así nace, entre otros grupos, Queer Nation ("We´re here. We're queer. Get used to it"). Un grupo surgido en Nueva York (marzo, 1990) cuyo fin -entre algunos otros- fue atraer la atención de las autoridades y del Gobierno sobre un problema que ya era de carácter público y no obstante, se seguía invisibilizando. Se puede decir que acá arranca el camino de la palabra Queer, que lentamente se iría situando entre los colectivos más diversos.
Todo lo anterior sirve para intentar contextualizar el uso de un término que significa ‘raro’ y que no tiene traducción más clara en español; aunque se le suelen atribuir significados como ‘extraño’, ‘excéntrico’, ‘de dudosa reputación’, ‘desviado’ y otros más disparatados considero. Y si ya existían los conceptos gay y lesbiana ¿por qué o para qué otra palabrita y encima rara?
Sencillo (aunque no lo sea en realidad), así como cuando las feministas planteaban sus demandas lo hacían sin considerar la clase, la raza o la diferencia sexual, el colectivo lésbico gay siempre habló desde la hegemonía de una orilla: la disidencia sexual. Y dejó fuera la consideración de que dentro del colectivo hay hombres (aunque también mujeres) heterosexuales que no obstante se travisten y no se asumen como gays, que algunas lesbianas sí quieren casarse y tener hijos, que existen varones que viven su sexualidad más allá de lo que ‘limita’ el término homosexual. En general, no se consideraba que los cuerpos aspiran a la realización de deseos no perimetrados y por lo tanto, sus demandas frente a una heterosexualidad hegemónica (que pongo bajo sospecha) son múltiples.

El término Queer es una manera de nombrar lo que se percibe cuando se varía el ángulo de visión con que se enfoca una realidad que no es única ni unificada. Decir homosexual remite a enfermedad. A seres desviados que hay que reeducar y devolver al camino ‘correcto’. Denominarse gay conlleva el riesgo de meterse gol si no se considera que el término (para mi gusto bastante excluyente), no repara en la existencia de muchas otras maneras de asumir el (homo) erotismo ni las diversas formas de vivir el cuerpo, el travestismo, el transgénero y la transexualidad, por citar algunos ejemplos.
Por ello, aunque lo Queer pugna por una sociedad sin etiquetas y se contradice al reclamar el derecho a la autodenominación (lo Queer sólo es en primera persona), es un concepto más incluyente que los otros, pues caben dentro de él todas aquellas formas de ser y hacer que reprueban la dominación del colonizador, la hegemonía de un poder predominantemente masculino, blanco y heterosexual, rico, occidentalizado.
Porque existen hombres blancos heterosexuales que son oprimidos tanto como existen mujeres –blancas y negras- lesbianas o no, que son represaliadas en sus derechos elementales. Esto es, la exclusión no únicamente se realiza a partir de la elección del objeto del deseo (que yo considero que son muchos y para nada fijos, deslizables, incluso contradictorios entre sí) sino también por el color de la piel, la clase social, la lengua, la geografía y muchas más que no son visibles.
Queer es o pretende ser, entonces, aquel hombre que se enfrenta a un poder que lo subordina; queer es aquella mujer que aprende la lengua del colonizador y le responde en su idioma, se hace oír y exige una respuesta. El sujeto Queer es un desestabilizador inteligente, alguien que desde la teoría hace activismo y en la lucha formula los postulados que avalarán sus acciones. Una persona que pelea por su inclusión legitimada (no estigmatizada ni condicionada) utilizando su diferencia no como pretexto para mantenerse en la periferia, sino para demandar visibilidad y acercarse al centro con el fin de diluir, hasta donde sea posible, las fronteras. Lo Queer aspira a ser un cuerpo desrepresaliado, libre, feliz. Es posible.

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