MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

We're here. We're queer. Get used to it.

jueves, 3 de junio de 2010

CUERPO QUEER

La enfermedad es un privilegio que no pasa por mi cuerpo. Basta que se reflexione un momento para darse cuenta que la queja es un honor que no todos o todas pueden vivir. Bienaventurados aquellos que al primer ay tienen a su alrededor un coro de cuidadores dispuestos a servir, atender, velar su malestar. Dichosas aquellas que cuentan con una cama de hospital, medicinas y una asistencia médica, pues aun la más raquítica o mísera atención supone ya un presencia próxima.

Jodidos quienes no pueden aspirar a esa prerrogativa, que son muchas y muchos: el indígena que cuando cae enfermo debe levantarse ipso facto porque no hay quien se ocupe de él ni dinero ni tiempo para reposar. El desempleado que no tiene ninguna ayuda médica. O quienes por su condición de siervos (los hay en pleno 2010) no deben levantar su voz para quejarse. Insisto, el ay es un placer burgués y por lo tanto, restringido (exquisito). ¿O cuándo se ha visto que la atención se ofrece al mayoreo?

La enfermedad recuerda al cuerpo su condición de materia, perimetrado, objeto y sujetado. Su vulnerabilidad más manifiesta y su dependencia más atroz. El cuerpo enfermo es un estorbo cuando carece de los medios y/o recursos para procurarse la atención requerida o un objeto de culto (idolatría económica) cuando su malestar está suspendido en un pedestal de bienes y efectivos que pueden brindarle los cuidados necesarios para su vuelta a la salud. La enfermedad, pues, remite al cuerpo su condición de paria o de ciudadano, de inmigrante o de derechohabiente, de indígena o de clasemediero, de marginado o de adaptado social, de gente de bien o de malhechor.

Desde esta perspectiva, la enfermedad se torna en un privilegio y por lo tanto en una restricción para los cuerpos. Enferman lo sujetos solventes, el resto es solamente quejica que finge lo que no puede ser para obtener alguna ventaja o recompensa, desde luego, que no merece. Enfermar es también una estrategia de mercado (económico, social, sexual, cultural) que coloca a los cuerpos en su (in)justa dimensión: en el paraíso de las atenciones o en la exclusión irreversible, pasando por paliativos o placebos institucionales.

La enfermedad es más que la ausencia de salud, es también un estadio de prestigio o de subordinación que permite diferenciar entre cuerpos y objetos, entre quienes son y los que pretenden ser, entre los que pueden planear una enfermedad y quienes rezan para no enfermar nunca. Entre quienes pueden presumir de haber estado enfermos y quienes aseguran ignorar a qué sabe una enfermedad, entre el cuerdo y el loco, en definitiva, entre el cuerpo normal/izado y el cuerpo raro, el cuerpo Queer.

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