MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

We're here. We're queer. Get used to it.

sábado, 17 de enero de 2009

I'M BUTLER

Toda inconformidad genera ruptura; toda ruptura, pues, viene de una imposibilidad o de una imposición que exige justicia para restablecer el orden o el equilibrio anterior. Una subversión que devuelva, en lo posible, al estado inicial.

Cuando una persona considera que ha sufrido una acción que la coloca en un estado de desventaja frente a los demás, asegura que se ha cometido una injusticia en su contra y exige la reparación del daño. Si consigue su objetivo, se siente satisfecha. Imaginemos qué ocurre en el ánimo de un varón que se asume homosexual o en el de una mujer que se considera lesbiana cuando alguien, quien sea, le espeta un insulto. Y además, el que arremete se ve respaldado por quienes le rodean, por algunas instituciones, por el discurso religioso, por la norma. ¿Qué se necesita hacer para que esa mujer y ese hombre se vean resarcidos de tal afrenta? Porque a todas luces se ha padecido un insulto y la ruptura del equilibrio exige su restauración.

Como seguramente se pensará que si es puto o machorra es porque así quiere serlo (y así lo eligió), también se agregará que se tiene más que ganada la agresión. Y se la merece por haber preferido desviarse del camino y no ser normal como los demás. Normal. Si abro bien los ojos y observo a mi alrededor lo que encuentro son un sin fin de anormalidades ¿qué es lo ‘normal’?

Legitimado en eso que llamamos lo normal, las mujeres y hombres con preferencias sexuales distintas a la heterosexual (tradicional, hegemónica, constreñidora) hemos padecido toda suerte de atropellos que van desde la violencia verbal hasta la agresión física e incluso la muerte y muerte con ensañamiento. Y ante estos sucesos la voz de los normales se queda callada. Por cobarde. Por temor a contaminarse. Porque está satisfecha. Porque ha obrado con justicia.

Eso es lo que considera la mayoría, pero la opinión de quien ha sido vilipendiado es otra: ha sido mancillado y exige ser resarcido de tal hecho. Necesita pues, que un acto de justicia le restaure su dignidad de individuo frente a la masa heterogénea que le ha insultado, excluido, degradado. Requiere, una subversión. Alterar el orden de lo denominado normal y lo anormal; modificar el ángulo de apreciación y rehacer el juicio de valor u omitirlo.

Esto es lo que se propone la teoría Queer: deslegitimar los juicios de valor que favorecen la estigmatización de los cuerpos y legitimar los deseos de los cuerpos, para devolverles su dignidad y liberarlos. Romper con las amarras –físicas y morales- que represalian el cuerpo.

La consigna no es sencilla de llevar a cabo porque todo confluye para mantener ateroesclerositado el establishment. El Estado, la escuela, los medios de comunicación y las iglesias insisten desde sus epicentros en anular o torpedear toda posibilidad de diálogo con las masculinidades y feminidades emergentes y disidentes de la heternormativdad.

Un ejemplo claro, de muchos que existen, es la agresiva campaña a favor de la familia (tradicional y en descenso) que mantienen organismos gubernamentales, medios masivos y la jerarquía católica: olvidan que la humanidad existe desde hace más de cien mil años y que ya entonces existían formas de organización que no eran precisamente réplicas del modelo sacro que insisten en imponernos. El concepto familia es cultural y por tanto, susceptible de ser subvertido.

Llevo casi 30 años defendiendo mi identidad fronteriza, resistiéndome a ser encorsetado en un término tan finito; he combatido para no ser perimetrado y he cargado con el estigma de los juicios de valor negativos que otras y otros me han impuesto. Pero como me he negado a aceptarlos y a actuar en consecuencia, tengo acumulado un vasto expediente de querellas; muchas sin resolución aún o solucionadas en mi contra. El camino de deslegitimización que he recorrido es largo y harto cansado. Pero no me rindo. No me resigno a ser un cuerpo represaliado, una voz amordazada.

Yo también soy Butler, y Butler es Queer; entonces yo también soy Queer, y este nombre sí me gusta, matarile, rile, ró.

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