MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

We're here. We're queer. Get used to it.

jueves, 18 de febrero de 2010

EL SONORO SILENCIO DE LOS HOMBRES

Ruidos. Resonancias.Distorsión. Abstracción de sueños.
Alberto García.
Calladita te vas más bonita, se ha dicho y repetido como una letanía a la mayoría de las mujeres de una generación a otra, puntual. A los hombres en cambio, sin necesidad de instarles a guardar silencio de manera directa, de muchas otras formas más efectivas se les enseña, desde chiquitos, a tener la boca cerrada: ¡no te rajes! Y semejante orden se instaura en el cuerpo y crea una actuación (performatividad) de lo masculino que busca –intenta- convencer de que se es muy hombre: el silencio forma parte de la educación de género para ambos sexos.

Callar entonces es de bonitas y de machos. Quienes apuestan por el diálogo no son mujeres ni hombres sino sujetos disidentes del mandato de género que conduce (impone) la actuación social pero también personal de los cuerpos. Seres renegados que renuncian a la (in) comodidad del establishment y que existen bajo distintas formas de resistencia. Aquellos portan silencios ruidosos pero consiguen, a cambio, el aplauso público por actuar convenientemente aun a costa de su represión.

Para liberar la tensión que produce el mutismo existen diversos sitios creados ex profeso para ello, espacios naturalizados para tales efectos: los lavaderos, el salón de belleza, la cocina para ellas; la cantina, para ellos. Fuera de esos perímetros se cae en digresiones cuyo coste social puede ser alto. Sin embargo, la mayoría de los hombres –supongo que de la misma manera ocurre a algunas mujeres- no consigue liberarse de sus opresiones en una charla entre cuates en la cantina.

En la indagación de la construcción de la masculinidad y en la ejecución de lo que se considera debe hacer un hombre para ser tal se vislumbra una incomodidad con respecto a este silencio impuesto al cuerpo de los varones (¿será ésta una de las múltiples razones por las cuales algunos resuelven sus conflictos y diferencias utilizando la violencia física?). La mayoría no sabe qué hacer con el peso de esa orden que ha cumplido cabalmente y no obstante, lo oprime.

Son muchos los hombres que reconocen o intuyen que tienen una necesidad de hablar sobre lo que piensan, los aqueja, los emociona, los coloca en estados de tristeza o dicha, de manifestar sus temores, el deseo de decir no o basta. Y sin embargo, son muy pocos los que tienen la oportunidad de despojarse de esa maraña de prohibiciones a los que sujeta el ordenamiento de género.

Saber es poder, el que sabe (o dice saber) es más competente, el que sabe tiene la capacidad de destruir al otro, saber es poseer un arma para utilizarla contra otro u otros hombres. Los hombres callan por precaución más que por inercia, en su silencio se juegan su supervivencia e incluso su hombría: rajarse es de cobardes; quien se confiesa ante otro hombre se feminiza porque se comporta débilmente; se mujeriza porque pide ayuda, incluso se le acusa de ser un niñito; se amaricona porque la solicitud de escucha puede interpretarse como un pretexto para seducir a quien le presta atención y obtener de éste favores. Sin duda existen más impedimentos y todos comparten la misma visión retorcida de una sociedad que ha impuesto a los hombres el mandato de no rajarse ante nadie ni ante nada.

Rajarse es dejar de ser hombre en el imaginario de tantos y tantas, como si la condición de los hombres radicara únicamente en su cuerpo encriptado. Afortunadamente son cada vez más los varones que aunque titubeantes, se atreven a hablar de sí mismos ante otros hombres y descubren (¡Eureka!) que comparten similitudes que erróneamente han creído les acontecen de manera anómala únicamente a ellos, y que una vez liberados del silencio se perciben diferentes.

No basta con reconocer las razones por las cuales los hombres callan, lo cual se consigue indagando en la memoria silenciosa labrada en sus cuerpos, sino implementar mecanismos que los anime a expresar verbal o textualmente lo que acontece en su interioridad; si es verdad que las mujeres y los hombres nos conformamos a través de narrativas, ya es tiempo de que las de los varones se exprese y escuche atentamente para posibilitar la reescritura de las masculinidades y sus múltiples manifestaciones.

1 comentario:

estrella gomez dijo...

Cuantas veces he sentido que un hombre quiere decir algo, que las palabras estan atoradas, pero nada, sin embargo mi cuerpo, mi snetir me dice que ahi estan sus dolores, tristezas, alegiras,amor, que se quedan ahi atoradas. Algunas veces me desespero y quiero poner en ellos las palabras que presiento desean decir, no es justo, lo sè pero a veces es como si me dieran señales de auxilio y yo trato de poner en mi boca eso que ellos no se atreven a decir, al contrario, mis amigas hablan hablan y hablan, jajajajajajajaja.