MASCULINIDADES EN RESISTENCIA

We're here. We're queer. Get used to it.

viernes, 19 de noviembre de 2010

CUERPO DAÑADO-CUERPO REPARADO

¿Puede un cuerpo estar tan dañado que no tenga remedio? Huelga referir que para dar respuesta a esta pregunta hay que matizarla. ¿Qué se entiende por daño? ¿De qué se desea remediar al cuerpo? ¿Qué cuerpo es el que hay que remediar? ¿A que se alude cuando se dice remedio? Según se responda a estas cuestiones el sujeto que pregunta va adentrándose en un laberinto o en una espiral de posibilidades para dar con eso que se busca, que en todo caso será una verdad parcial, a medias.

Un sujeto dañado, lastimado por el aparato estatal, por la institución familiar, reducido por la escuela, basurizado por el mercado económico, marginado a causa de su sexualidad o de su credo, discriminado por su posición económica o por el color de la piel, asolado por la enfermedad, herido por el peso de una memoria trastocada por la guerra y el exilio, y aun por causas inconscientes para el sujeto, tiene remedio, si entendemos por éste una reparación, un desagravio, la vuelta a la salud o a la posibilidad de recordar sin resentimiento, de ser amado.

Desde luego que llevar al sujeto desde un proceso de basurización hacia el amor no es una empresa sencilla. Primero, porque la trayectoria no es lineal ni inmediata ni exenta de dolor, y después, porque hay que identificar cuál es la instancia que posibilitará que ese recorrido acontezca. ¿Tiene el Estado la competencia para reparar, resarcir, subsanar a un sujeto dañado? ¿Qué pueden curar las instituciones? ¿Cómo se remedia a un sujeto dañado sin que el proceso devenga en un tutelaje que mantenga al sujeto en una condición de subalternidad? ¿Es posible cuidar sin tutelar y en ese sentido regresar al sujeto dañado a un estado de sujeto reparado? ¿Vale la pena intentar la reparación?

Apuesto a que es el Estado la instancia conveniente para resarcir a un sujeto dañado cuando tenga competencia en el daño que el sujeto padece o ha padecido. En todo caso, el proceso no será un acto de liberación si el sujeto no ha tomado conciencia de su opresión, del daño que lo abruma, de su malestar. Para exigir la reparación –el regreso a la dignidad socavada, negada, arrebatada- el sujeto debe empoderarse y asumir la responsabilidad en el proceso de su restitución. De otra manera pasa de un sujeto dañado a uno tutelado, pasa de un estado de opresión a uno de subordinación, de cosa dañada a cosa protegida.

La reparación nunca es total, pero sí es posible que ese sujeto arrojado al vertedero de la exclusión, de la Otredad no deseada, acceda a un estado de bienestar que le permita vivir con dignidad, con amor, en paz.

1 comentario:

SergioAramis dijo...

Gracias Ricardo, me has puesto la encrucijada a partir de la cual debo empezar esta andanza. Primero debo sanarme yo. Saludos, espero verte pronto. Un abrazo.